Planetarios de América del Sur, cerca de las estrellas

Lun, 08/02/2021 - 18:12
Con motivo de la selección del Planetario de Bogotá como la sede del próximo Congreso de la Asociación de Planetarios de América del Sur, Kienyke.com conversó con su director.

Los planetarios son un monumento a la ciencia y la ilusión, tan necesarias en momentos difíciles. Al mismo tiempo, son instituciones frágiles en coyunturas económicas o políticas desfavorables para la ciencia o el espíritu de comunidad. El Planetario de Bogotá, orgullo capitalino que se ha mantenido en pie desde 1969 con recursos de todos los bogotanos, fue elegido para ser la sede del XII Congreso de la Asociación de Planetarios de América del Sur - APAS, que tendrá lugar el próximo mes de diciembre.

A propósito de esta elección, Kienyke.com repasó la historia de estos recintos y habló con el director del Planetario de Bogotá, Carlos Molina, sobre la importancia de los planetarios en sociedades como esta. 

Las posibilidades bajo un domo

Hablar de los planetarios es hablar de creatividad y ciencia espacial en sí misma. Desde la época de Arquímedes y hasta el siglo XVIII existieron los planetarios mecánicos, artefactos con engranajes que replicaban los cuerpos celestes más cercanos a nosotros a pequeña escala. Servían para predecir la posición de los planetas del sistema solar. El mecanismo más antiguo de este tipo que aún funciona reposa en el Planetario de Eisinga, en Holanda.

El primer proyector de un planetario como hoy lo conocemos fue inventado en 1923 por el ingeniero Walther Bauersfeld, miembro de la compañía Zeiss. El aparato se llamó Mark I e incorporaba una serie de lentes para proyectar el Sol, la Luna, los planetas y las estrellas bajo un domo, así como recrear sus movimientos. Fue estrenado en el Deutsches Museum ese mismo año. Aunque la idea ya venía desde hacía más de una década, la Primera Guerra Mundial retrasó este desarrollo. A la vez, el telón de acero dividió la compañía y dificultó su producción.

Casi un siglo después, según el estimado de la Universidad de Cambridge, hay aproximadamente tres mil planetarios en el mundo. Además de presentar el espectáculo de proyección espacial y abrir espacios de observación, que es lo más asociado a su propósito de origen, también son escenario para eventos de divulgación científica y cultural como proyecciones artísticas, conversatorios, exposiciones, entre otras cosas.

En resumidas cuentas, un complejo proyector de hace casi un siglo se convirtió en una excusa para convocar a las personas en nombre de la ciencia y la cultura. Infortunadamente, no están distribuidos de una manera equitativa en el mundo y no todos están dotados con tecnología compatible con este punto de la historia.

La importancia de los planetarios

La Unesco reconoció el derecho a los cielos oscuros en 2007, pues mantener la visibilidad de las estrellas es la única manera de seguir haciendo investigación desde la Tierra sobre el inmenso universo que nos rodea. Además, porque el espacio es una extensión de la naturaleza a la que todos deberíamos tener acceso: contemplar las maravillas del espacio no puede ser solo un lujo de quienes pueden pagar el tiquete a una nave y alejarse lo suficiente del suelo.

Por otro lado, parte de nuestra cotidianidad depende del acceso a la energía eléctrica y el uso de luz artificial. Los aparatos electrónicos han facilitado nuestras vidas y nos han conectado en tiempo real con todo lo que nos importa. El precio que pagamos por estas comodidades es la contaminación lumínica: las luces centelleantes de las ventanas y las farolas opacan la vista al cielo y nuestras pupilas solo pueden ver el negro que contrasta.

De todas maneras, aunque no puedan ver casi nada desde sus ventanas, millones de niños en el mundo siguen soñando con la posibilidad de adentrarse entre los secretos escondidos en las estrellas y el espacio. Antes de que la pandemia nos privara de los espacios educativos, cuando tener una agenda era viable, la primera piedra de esos castillos de ilusiones era una visita al planetario local —o bien, la visita de un planetario móvil a una escuela apartada—.

Las estrellas con perspectiva de sur

Mientras solo en Estados Unidos hay un total de 350 planetarios permanentes, que sirven a sus casi 310 millones de habitantes, América del Sur cuenta con un poco más de 125 para sus 425 millones de habitantes; de esos planetarios, 73 están en Brasil. La mayoría de estos recintos, como lo señala el director del Planetario de Bogotá, Carlos Molina, se abrió como respuesta a la curiosidad por la carrera espacial.

El primer planetario de este lado del continente se inauguró en Montevideo, Uruguay, en febrero de 1955. El Planetario Municipal Agrimensor Germán Barbato fue inaugurado con recursos públicos y un proyector análogo Spitz, diseñado para reducir los costos de construir un planetario y que más personas pudieran acceder a él. Dicho proyector funcionó en el lugar hasta 2015.

Colombia tiene ocho lugares que se cuentan como planetarios: uno en Medellín, Cali, Bucaramanga, Pereira y Cartagena y tres más en la capital —el de la Universidad Sergio Arboleda, Maloka y el Planetario de Bogotá—. Cuando este último planetario se fundó, América del Sur ya tenía unos nueve planetarios más, contando uno en Cartagena.

Los propósitos de un planetario en América Latina son, si puede decirse de alguna manera, ambiciosos y aterrizados. Si en todo el mundo se crean los centros de divulgación científica para entretener y despertar la curiosidad, que en un futuro podría definir una vocación, en esta región del mundo se hacen indispensables: regalan un instante de sonrisas en medio de una realidad aplastante e inspiran a algunos a cambiar su vida en el nombre de la ciencia.

 

Creado Por
Erika Mesa Díaz
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