Un jefe bonachón y protector

Mié, 26/06/2019 - 13:17
Hoy cuando toca despedirlo para siempre los recuerdos llegan en ráfaga y uno quisiera decir tantas cosas vividas a su lado, pero las ideas de enredan y las palabras no se ordenan con facilidad.

So
Hoy cuando toca despedirlo para siempre los recuerdos llegan en ráfaga y uno quisiera decir tantas cosas vividas a su lado, pero las ideas de enredan y las palabras no se ordenan con facilidad. Solo sé que la muerte de Édgar Artunduaga duele y duele bastante. En pocas palabras era un bacán que con facilidad se ganó aprecio y respeto. Aunque a su lado aprendí de periodismo, más de táctica que de técnica, aprendí más de vida. Enseñaba con el ejemplo, con anécdotas, con hechos reales, vividos en los medios de comunicación y en su vida privada.
Cuando llegó a KienyKe.com como vicepresidente de contenidos, en la primera reunión que tuvo con el equipo, como líder que era, tomó la palabra y no la soltó con facilidad. Esa era una de sus mayores características. Era el centro de las reuniones, el que más hablaba. Ese día rompió el hielo con comentarios agudos nuestro trabajo y algunos chistes flojos, que con el paso del tiempo y la confianza fue mejorando. Decía lo que tenía que decir y a quien se lo tenía que decir. Esa era una filosofía de vida que lo llevó a tener cientos de contradictores dentro del periodismo y en la política, donde también incursionó como senador, además era la fuente en la que se sentía como pez en el agua. Una de sus máximas en la vida laboral era que su trabajo siempre tenía que sonar. Para bien y para mal causó polémica con algunos de los textos que escribía, con la mayoría. Y siempre ponía el ponía el pecho a lo que decía o publicaba y de igual manera respaldaba el trabajo de toda la redacción. Eso le hizo merecedor de afecto y respeto por parte de los periodistas, quienes sentíamos el peso de Artunduaga, no como el jefe opresor sino como el respaldo al trabajo hecho "Hágale hermano publique eso que yo pongo la cara". Sé que Édgar no se quería morir tan pronto. Alguna vez hablamos de la muerte y recuerdo que en esa oportunidad me dijo algo así como que a la muerte sí le tenia miedo, porque la vida le gustaba mucho. Y sí que se la gozaba. Reconocía a un buen periodista con solo hablar un par de minutos con él. Tenía ojo clínico para descubrir talentos así lo hizo con varios colegas. Uno se ganaba la confianza de Édgar con trabajo o con esfuerzo o con la suma de los dos. Motivaba a la sala de redacción a sacar buenas cifras, regalando libros, que usualmente sacaba de su gran biblioteca otros los compraba pero se divertía en el proceso mientras aprendía del periodismo digital al lado de una joven redacción. Esa confianza laboral pasó luego a ser el comienzo de una relación más cercana, casi de amigos. Al punto que en su oficina nos sentábamos a hablar por horas mientras contaba anécdotas graciosas que siempre remataba con su risa estridente que contagiaba a seguirla. Fue generoso en todo el sentido de la palabra, con lo que sabía y con lo que tenía. Le gustaba que los periodistas se hicieran conocer de puertas para afuera. Le gustaba el reconocimiento propio y de su equipo, que terminaba también siendo propio. En poco tiempo se convirtió en el papa consentidor de todos los periodistas del equipo. Y la gran mayoría, con quien tuvo mayor cercanía, así lo trataban. Buen viaje "hermano".
Más KienyKe
Las autoridades investigan un posible plan para atentar contra la vida del presidente Gustavo Petro. ¿Qué se sabe al respecto?
Conozca a Efraín Betancourt Jr, el empresario colombo-estadounidense acusado de liderar un fraude millonario desde Florida.
Mauricio Lizcano inscribe comité para recolectar firmas y lanza su candidatura presidencial: "Es hora de construir Colombia".”
Etapa 20 del Giro: Simon Yates se quedó con la maglia rosa, pero los colombianos no se quedaron atrás. Bernal y Rubio siguen firmes en el top 10.
Kien Opina