
Valentina Lizcano confesó sus excesos, tristezas e inseguridades que por años le jugaron una mala pasada. Se destapó y dejó ver la mujer de carne y hueso, la real, la que ha tenido que pasar circunstancias adversas y la que sin temor asume las consecuencias de sus actos y ahora envía un mensaje claro a las mujeres, "eviten pasar por lo mismo".
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La actriz y presentadora nació en Cali, donde vivió un tiempo, y después se mudó a Bucaramanga. Fue un niña con inseguridades, de las que ahora habla con madurez y hasta las cuestiona. Creció en una familia donde las riendas las llevaba una madre luchadora que tuvo los cojones que no tuvo su papá, y sacó adelante a su hermano y a ella.
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Habla con tristeza de la nula relación con su padre, a quien recuerda con nostalgia, pues luego de diferencias entre los dos, el orgullo pudo más que la unión y perdieron contacto por completo. Tiempo después se enteró que falleció en un accidente de tránsito, según declaró para el programa "Se dice de mi" de Caracol TV.
El camino de los excesos
Cayó en las drogas. Los vacíos e inseguridades que sentía frente a ella y su físico, luego de una desilución amorosa, la llevaron a la adicción a la cocaína. Su primer consumo de coca fue en una rumba junto a una "amiga loca", quien, sin Valentina saberlo, le puso esa sustancia en el trago para poder aguantar más. Esos fueron sus primeros pasos en un mundo lleno de ambición, que la llevó a pensar que era la coca lo que la mantenía lúcida y le permitía relacionarse mejor con los demás.
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La rumba y las drogas llenaban sus vacíos, se refugio en ello. "Se empieza a dar cuenta uno que eso hace parte del medio. Seamos honestos, aquí el que no mete pepa, mete cocaína, lo más sueavecito es la marihuana", dijo Valentina al mismo programa.
Se juntó todo. La muerte confusa de su hermano que soñaba con ser oficial de la Policía y murió de un balazo. Fue un golpe crucial para la actriz. Valentina y su madre quisieron esclarecer los hechos pero recibieron amenazas de muerte. "La persona que mató a mi hermano está libre, aunque tiene un montón de procesos encima", comentó con dolor.
Sumado a eso, el no tener una relación estable, las pocas oportunidades laborales, el acoso sexual por parte de uno de sus jefes cuando fue presentadora, la baja autoestima por no cumplir con el estereotipo que exige el medio, la confundían más, la refugiaron en el que ella llama "El camino de los excesos, el camino de la iluminación".
Tocó fondo, abrió los ojos, reaccionó. El día que ocurrió eso tuvo la primera cita con el papá de su hijo, Ricardo Leyva Jr, con quien mantuvo una relación sentimental, pero luego se separó.
"Dejé pasar la vida quejándome, sintiéndome menos, escuchando a hombres inseguros decirme al oído que yo era fea", recuerda con recelo.
No fue anoréxica pero sí vigoréxica
Cayó en otra adicción, la vigorexia, un trastorno que lleva a la obsesión por tener un cuerpo musculoso. También lo superó, y hace algún tiempo es entrenadora, actividad que alterna con la actuación. De ahí nació #SanaLocura, algo que comenzó como un juego pero se convirtió en un estilo de vida que comparte con frecuencia para que sus seguidores vean en el deporte un estilo de vida saludable, sin llegar a los excesos a los que ella se enfrentó.
La valentina de hoy tiene todo en su lugar, los complejos y tristezas quedaron a un lado. Es una mujer fuerte que disfruta de la etapa más bonita de una mujer, ser madre.