
En Colombia, una fecha que debería estar marcada por el amor, la gratitud y la celebración familiar se ha convertido, paradójicamente, en uno de los días más violentos del año. El Día de la Madre, que se celebra el segundo domingo de mayo, registra históricamente un alarmante incremento en los índices de homicidios, riñas, lesiones personales y violencia intrafamiliar.
Según datos del Instituto Nacional de Medicina Legal y la Policía Nacional, esta jornada supera incluso a festividades como Navidad o Año Nuevo en cuanto a hechos de violencia. Solo en 2023, el Día de la Madre dejó más de 30 homicidios y cientos de heridos en todo el país, principalmente relacionados con riñas entre familiares o conocidos.
El rol del alcohol y los conflictos familiares
Uno de los principales factores detrás de esta violencia es el consumo excesivo de alcohol. Las celebraciones suelen iniciar desde el sábado por la noche y extenderse durante todo el domingo, lo que propicia altercados en reuniones familiares donde afloran viejos rencores o conflictos no resueltos.
De acuerdo con las autoridades, otro elemento crítico es la violencia intrafamiliar, que encuentra un detonante en estas fechas debido a la presión emocional, el estrés económico —por no poder dar un regalo o celebrar como se quisiera— y la frustración acumulada en algunos hogares. Además, en sectores donde la presencia institucional es débil, el acceso a armas o el accionar de pandillas agrava aún más la situación.
Cada año, entidades como la Policía Nacional lanzan campañas de prevención y refuerzan la presencia en barrios con altos índices de violencia. También se fortalecen las líneas de atención para víctimas de violencia intrafamiliar. Sin embargo, los expertos coinciden en que se necesita un enfoque más integral que combine educación emocional, atención en salud mental y políticas comunitarias sostenidas.
Una reflexión necesaria
Más allá de las estadísticas, el Día de la Madre en Colombia refleja una dolorosa paradoja: el amor y la violencia se cruzan en un mismo día. Mientras miles de personas celebran con flores y almuerzos, otras tantas enfrentan luto, heridas y dolor. La pregunta es: ¿hasta cuándo seguirá esta tendencia y qué estamos dispuestos a cambiar como sociedad para que esta fecha vuelva a ser lo que realmente debería ser —una celebración de vida?