En la más reciente encuesta de Invamer (junio de 2025), el 64 % de los colombianos desaprueba al presidente Petro. Solo un 29 % lo respalda. Pero lo más revelador no es solo la cifra, sino quiénes le han quitado el respaldo: perdió apoyo en sus dos grandes bastiones emocionales y políticos. Se le fueron los jóvenes y los sectores populares.
Entre los jóvenes de 18 a 24 años, su aprobación cayó del 54 % al 41 %. Y en los estratos 1 y 2, la desaprobación subió del 52 % al 62 %, mientras la aprobación se desplomó del 41 % al 30 %. El mensaje es claro: el hechizo se rompió.
Y también perdió la calle. El llamado al paro nacional del 28 y 29 de mayo fue un fracaso: plazas vacías y calles sin gente. El reciente plantón de esta semana, de 16 de junio para respaldar la consulta popular y sus reformas, pasó inadvertido. Mientras tanto, la #MarchaDelSilencio llenó plazas y calles en todo el país, desde el multipartidismo y la ciudadanía. Lo que Petro vació, la ciudadanía lo llenó con su presencia reclamando paz, justicia, libertad, democracia y respeto a la separación de poderes y a la institucionalidad colombiana y claro, pidió desescalar el lenguaje violento de lado y lado.
El sol ya se le nota en la espalda.
Por eso, ni siquiera los candidatos del petrismo harán campaña haciendo petrismo. El péndulo político ya no está ahí. Y del otro lado, los sectores de centro y derecha se equivocan si siguen aferrados a una estrategia basada únicamente en el antipetrismo. Están peleando con un fantasma, el petrismo, que ya muchos reniegan de él y hoy día, a muchos los avergüenza.
El antipetrismo visceral, reactivo y sin propuestas, termina siendo funcional a Petro. Como lo advierte Juan Daniel Oviedo, atacarlo con rabia solo lo fortalece: le permite victimizarse y repetirle a las clases populares que "no lo dejan gobernar". Y eso, en su narrativa, le funciona.
La estrategia debería ser otra. Porque la ciudadanía no quiere volver al pasado, ni tampoco quedarse anclada en este presente. Quiere votar por un futuro. Uno distinto, uno posible. Uno que le diga cómo le van a resolver los problemas que le aguijonean la piel, esos problemas de seguridad, de acceso a la salud y educación, a los ingresos y empleo, de hambre, de soberanía energética y de cómo hacer crecer al país; uno que traiga esperanza, que convoque a la unión y que tenga la madurez de construir acuerdos para afrontar los desafíos que vienen.
El futuro no se gana con rabia ni con miedo. Se gana con visión, esperanzas, aunando esfuerzos y cooperando entre todos.