La decisión de Petro de suspender el intercambio de inteligencia con Estados Unidos, aparte de ser algo ridículamente risible, constituye un punto de inflexión en una alianza histórica y, fundamentalmente, un grave error de cálculo estratégico. ¿Pero qué más podemos esperar de este individuo?
Lejos de ser un acto aislado en defensa de la soberanía muisca, esta medida amenaza con desmantelar décadas de cooperación vital en la lucha contra el narcotráfico. En estas líneas quiero resaltar que la torpe decisión del gobierno colombiano, justificada sobre un precedente internacional inaplicable, revela una peligrosa incomprensión de las vulnerabilidades geopolíticas del país. Al fracturar el eje de la seguridad hemisférica, se crea un vacío de poder estratégico que beneficia de forma desproporcionada al crimen organizado transnacional; el adversario común de ambas naciones. Para comprender la magnitud de esta crisis, es imperativo deconstruir su detonante inmediato: la fallida analogía con el Reino Unido.
La justificación del gobierno colombiano para esta ruptura se apoya en un precedente británico que, bajo escrutinio, se revela como un espejismo estratégico. La orden de Petro fue una respuesta directa a las controvertidas operaciones estadounidenses contra embarcaciones de presuntos narcotraficantes en aguas internacionales, acciones que considera ilegales y que han sido criticadas por el Alto Comisionado de la ONU para los DD. HH., Volker Türk. Al igual que el Reino Unido, que suspendió la cooperación para "evitar ser considerado cómplice", Colombia enmarcó su decisión como una postura de principios. Sin embargo, este paralelismo ignora la fundamental asimetría en la dependencia de seguridad que define la posición de cada nación. Huela decir, que esto no es más que otras de las tantas decisiones absurdas y carentes de sentido estatal del dictadorzuelo con ínfulas imperiales.
Como acertadamente señala Mauricio Reina, investigador de Fedesarrollo, "las condiciones de Colombia no son las mismas de Reino Unido". Mientras que Londres puede permitirse un gesto diplomático con un costo operativo marginal, Colombia posee una "necesidad urgente" de la inteligencia estadounidense para enfrentar su "grave situación de orden público". Esta cruda realidad fue subrayada en el ámbito doméstico por el expresidente Iván Duque, quien calificó la medida sin ambages como "una verdadera estupidez" que debilita la seguridad nacional. Invocar el precedente británico es, por tanto, una maniobra políticamente conveniente pero estratégicamente insostenible, que ignora las vulnerabilidades únicas de Colombia y allana el camino hacia consecuencias previsiblemente desastrosas. Comparto plenamente el calificativo del expresidente Duque y me atrevo a pensar que, adicionalmente a lo premeditado del cometido comunista, Petro actúa bajo el efecto de algún agente externo que interioriza e influye directamente en sus actos; es que realmente son decisiones propias de un enajenado mental; de un mentecato.
La suspensión de la cooperación trae consigo el desmantelamiento del pilar de la seguridad hemisférica, creando un vacío de poder que será inexorablemente ocupado por el crimen organizado transnacional. Acá me detengo y les pregunto: ¿será que más bien este es el objetivo? porque visto lo visto, esto le favorecería a Petro en su propósito criminal. La gravedad de esta ruptura se magnifica al considerar la dinámica que define a los actores: la alianza entre el mayor productor de cocaína del mundo, Colombia, y su mayor consumidor, Estados Unidos. Esta colaboración, forjada en la década de 1980 contra el narcoterrorismo de Pablo Escobar e involucrando a agencias como la DEA, el FBI y el Comando Sur, ha sido, en palabras de Ivan Briscoe de Crisis Group, "el eje principal de esa lucha desde hace décadas".
El impacto directo de esta fractura diezmará la capacidad operativa contra el narcotráfico de forma inmediata y profunda, así: la capacidad para ejecutar operativos contra aeronaves y embarcaciones en las rutas del Atlántico y el Pacífico se verá fatalmente comprometida, abriendo corredores para el flujo ilícito. Viviremos la disminución de la efectividad para rastrear y capturar a los capos del narcotráfico y desmantelar sus estructuras financieras mediante la confiscación de activos disminuirá drásticamente. Ah, la cereza del pastel es que, los narcotraficantes de las FARC serán los mayores beneficiados, al ver neutralizados los operativos conjuntos que representaban la mayor amenaza a sus operaciones. Aquí, cabe formularse de nuevo la pregunta que les hice: ¿será que más bien este es el objetivo?
Esta es otra movida descalabrada que deja en evidencia el derrumbamiento institucional y de las relaciones internacionales, propia de la autocracia, del Abuso del Derecho y de la megalomanía patológica de un emblema de lo antidemocrático, que encuentra sus raíces más fuertes, en una vida forjada en el marco de la delincuencia.
Abrazo cálido. Seguimos trabajando y aguantando. Falta poco.
@muiscabogado
