
El país vio llorar a un padre. Pero también escuchó a un político experimentado que, en el funeral de su hijo, convirtió el dolor en discurso y el luto en plataforma. Miguel Uribe Londoño, exministro, periodista y miembro de una familia que ha sufrido dos veces el peso de la violencia, pronunció unas palabras que, más que elegía, fueron una denuncia, un llamado a las urnas y una arenga política con nombre propio: Seguridad.
Su hijo, Miguel Uribe Turbay, fue asesinado en un ataque que él mismo calificó como magnicidio y crimen de lesa humanidad. Pero más allá de la gravedad de los hechos, el tono del discurso no fue de resignación. Fue un grito. Un llamado a actuar. Y una advertencia: el país no puede seguir siendo rehén de la violencia disfrazada de paz.
En medio del silencio solemne de la ceremonia, cinco frases estremecieron al país por su carga emocional, pero sobre todo política. Son frases que ya están haciendo eco en redes, en círculos de poder y en precampañas que apenas comienzan a perfilarse. Estas fueron:
1. “Esta guerra tiene culpables y responsables. Lo sabemos. No tenemos ninguna duda de dónde viene la violencia. No tenemos duda quién la promueve. No tenemos duda quién la permite.”
Con esta frase, Uribe Londoño rompe cualquier pretensión de neutralidad. Señala al gobierno sin nombrarlo, pero con una claridad que no necesita aclaraciones. En plena crisis de seguridad, sugiere que quienes deberían proteger al país están alimentando el caos, por acción u omisión.
2. “Tenemos una oportunidad única de frenar esta locura en el 2026, no la desaprovechemos.”
Esta fue quizás la línea más claramente electoral del discurso. Llama a la ciudadanía a castigar en las urnas a quienes, según él, han permitido que el país vuelva a ser gobernado por el miedo. Define el asesinato de su hijo no solo como un hecho aislado, sino como parte de una "locura" política e institucional que solo puede corregirse con un nuevo liderazgo.
3. “No es casualidad que este ataque terrorista […] haya ocurrido justo cuando Miguel estaba levantando su bandera de lucha: una Colombia que vuelva a tener Seguridad.”
La implicación es directa: Miguel fue asesinado por lo que representaba, no por estar en el lugar equivocado. La frase convierte el crimen en una afrenta contra una visión de país, no solo contra una vida humana. Es un golpe durísimo al relato de reconciliación del Gobierno Petro, y pone en duda los resultados de su política de paz total.
4. “Callaron a Miguel, pero no podrán callar la voz de millones de colombianos pidiendo a gritos un cambio.”
Aquí se deja ver la estrategia: convertir a Miguel en símbolo, en mártir de una causa que trasciende partidos y apellidos. El padre construye el relato del legado, de la continuidad política, y traza una línea directa hacia 2026. La frase es potente, viral, y tiene todos los ingredientes de un lema de campaña.
5. “Sin seguridad, nunca habrá paz. Sin seguridad, nunca habrá nada. Sin seguridad, no habrá una Colombia posible.”
El cierre del discurso fue un manifiesto ideológico. Se resume en una palabra: seguridad. Es la consigna central del uribismo, y también el punto débil del actual gobierno. Con esta frase, Uribe Londoño reactiva el discurso duro que marcó la era de Álvaro Uribe Vélez. Y lo hace desde la tumba de su hijo, con legitimidad ganada en sangre.
Hay funerales que sellan un ciclo. Este pareció abrir uno nuevo. El discurso de Miguel Uribe Londoño fue más que una elegía: fue una pieza oratoria con proyección histórica. No solo por lo que dijo, sino por el momento y la forma en que lo dijo. En un país donde el silencio suele ser la respuesta al dolor, este fue un grito organizado, medido y profundamente político.
Ahora queda una gran pregunta pendiente: ante un país urgido de seguridad y cambio, ¿quién tendrá el valor de tomar esa bandera y liderar la lucha?