Ana la Marciana

Lun, 27/08/2012 - 03:05
Ella es incendiaria. Se autodenomina @AnaLaVecina1. No la conozco personalmente, pues ella vive

Ella es incendiaria. Se autodenomina @AnaLaVecina1. No la conozco personalmente, pues ella vive en Marte, la patria de los marcianos y yo en la Luna, la patria de Neil Armstrong.

He jurado nunca conocerla personalmente para que no me robe para siempre el corazón. Pero conozco una parte de su alma: esa parte del alma con la que tuitea. Y con sus tuits, uniéndolos y cosiéndolos con la aguja de mi teclado, he bordado este mosaico. Advierto: no es un retrato exacto y real de ella. Es, sencillamente, una foto imaginaria tomada con el lado izquierdo de mi destartalado cerebro.  Así he soñado yo a Ana cuando pongo los pies en la Tierra. Este es un trozo de su "autobiografía"

 

 ANA LA MARCIANA

Personalmente no me considero un bicho raro. Pienso que soy, sencillamente, un bicho común y corriente, ¡que es cosa totalmente distinta! O más concretamente, una bicha común y corriente… si tenemos en cuenta que soy de sexo femenino.

Quisiera presentarme: mi nombre es Ana. Un nombre corto, algo mágico, de tres letras, con la  misma vocal tanto al principio como al final y una sola consonante en el centro. Esas características convierten mi apelativo en un palíndromo perfecto, lo que significa que puede ser leído tanto de izquierda a derecha como de norte a sur.

Tome nota, por si alguna vez usted quiere dedicar su vida a escribir mi biografía: en la morfología mágica de mi nombre están las raíces de mi afición por la literatura.

Pero a pesar de tener un nombre “tan lindo, versátil y plástico” –según dice y pregona mi mamá (que a propósito, también se llama Ana)-, me siento aburrida y desesperada. Estoy cansada de que la gente me vea como una marciana. “Ana la Marciana” me dicen, acusándome de rara, elevada, ilusa, soñadora y de mil sandeces y sandías más.  Pero en realidad soy una persona común y corriente, básicamente igual a todo el mundo y, por supuesto, con virtudes y defectos como toda la gente.

Una virtud: soy una depredadora sexual.

Un defecto: no ejerzo como tal.

Una virtud: tengo madera para inventar frases de cajón y para entablar conversaciones.

Un defecto: no encuentro la manera de que el mundo me reconozca  este talento.

 Y como le pasa a cualquier ser humano de  carne, hueso y cartílago, estoy mamada de esa falta de reconocimiento en el mundo de las letras, vocales y consonantes. Se me llenó la copa… ¡pero de vino! Y aprovechando que el vino se me fue por entre las venas, quiero en estas líneas  desahogarme, ahora que todavía estoy en mis cuatro sentidos, ahora que ya veo bArroso… pero no escribo borroso.

Déjeme contarle mi triste historia en el mundo de la literatura. Me tomará tan sólo un minuto gramatical, es decir, muchísimo menos de 60 renglones.

 La historia es esta: mi primera frase de cajón la inventé el domingo de la semana pasada bajo el cielo azul del medio día, en momentos en que me comía un delicioso plato de pasta con rica salsa de tomate. La publiqué en una hoja cuadriculada de un cuaderno de pasta roja (para que me combinara con la comida) y la escribí  con un esfero de tinta azul en letra imprenta (para que me combinara con el cielo).

 “Niñas, a los hombres solo les interesa tres tipos de copas: las de fútbol, las de licor y las del tamaño de nuestro brassier”.

Mi denuncia social no tuvo ningún eco en la opinión pública de este miserable país. “Obvio, en esta repúbliqueta ANAlfabeta, Ana es la única ciudadANA que sabe leer”, me consolé tontamente. Ni el movimiento feminista, ni la Oficina de la Presidencia de la República para la Defensa, Promoción y Venta de la Mujer se pronunciaron al respecto. Nadie. Ni siquiera Anónimus...

 Desilusionada, me propuse escribir otro tipo de frases de cajón: consejos para las mujeres. ¿Si el Presidente de la R. tiene altos consejeros, ¿por qué las féminas no pueden tener una alta y estilizada consejera como yo?

 “Consejo que sirve se escribe en servilleta”, reza un sabio proverbio chino que yo inventé antier. Fue así como ayer en la mañana publiqué en una servilleta blanca, usada y con manchas de lápiz labial,  mi segunda frase de cajón:

 “Mujer: cuando vayas a un bar, échate crema por si te cogen las manos; bálsamo por si te cogen el pelo y hazte el bikini por si te cogen las copas.”

Ha transcurrido ya un buen número de horas, minutos y segundos sin que mi frase haya tenido eco alguno. Lamentable, triste e infame. Sin saberlo, Colombia y el mundo han asesinado mi carrera como fabricante en serie de serias frases de cajón. Doloroso, duro e injusto. Pero no me importa. Soy una mujer guerrera. ¡Tengo cojones! Mi carrera literaria continuará su ovuloción.  Ahora me dedicaré a escribir frases de ataúd. ¡Salud!

@dicksalazar  El PerióDICKo informa que hoy, por una falla del Universo, no saldrá la Luna. La Luna se cubrirá con el manto negro de la  oscura noche: está de luto por el fallecimiento del astronauta Neil Armstrong.  
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