“Lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos”
Martin Luther King.
El gas Sarín es el gran responsable de los cientos de muertos esta semana en Siria. Los efectos de este gas acaban con la vida de las personas en minutos. Los síntomas van desde ataques de epilepsia hasta alucinaciones. Más de la mitad de los muertos eran niños. El ataque se produjo en horas de la noche. Al amanecer la ciudad de Yubar y los suburbios de Damasco parecían morgues gigantes. Las personas que sobrevivieron han muerto en los últimos días y la cantidad de fallecidos puede aumentar con el paso de los días, hasta médicos han muerto por el contacto con los heridos. La muerte de quienes cayeron ese día fue tortuosamente triste. El gas Sarín afecta directamente la regulación de acetilcolina, el compuesto responsable de las funciones vitales del organismo. Descontrola el ritmo cardiaco, genera un incesante movimiento muscular y desconecta las neuronas del cerebro. Aquella noche muchos niños fallecieron sacudiéndose por violentos ataques de epilepsia, gritando sin poder articular palabra porque su cerebro no les permitía pedir auxilio, adoloridos por la agitación muscular, algunos ahogados en sangre y espuma, otros con sus pulmones llenos de agua. Muchos de los pequeños que sobrevivieron son huérfanos, quedaron ciegos por culpa del neurotóxico que los atacó, y otros seguirán el resto de su vida con daños cerebrales irreversibles. Hay que ser un maldito desgraciado para inventar un arma así. La ONU dice que no puede investigar sin el permiso de Siria ¿hay algo más inútil e inoperante que la ONU? Más de 1.300 muertos en Siria y un saldo similar en Egipto dan cuenta de una semana de brutal violencia en Oriente. Los ejércitos de ambos países han atacado a la población civil con armas patrocinadas por Estados Unidos. El discurso del presidente Obama y de los medios, describen a los musulmanes como la nueva peste. Si Hitler convenció a su nación de acabar con los judíos, Obama convence al mundo entero de acabar con los musulmanes. Porque ser musulmán es sinónimo de terrorista. Si usted comulga con esa idea también avala nuestra etiqueta de narcotraficantes. Si los musulmanes son terroristas, los colombianos somos narcotraficantes. Los gringos desafortunadamente, siempre serán héroes. Lo peor de todo el asunto es que nuestros medios de comunicación nos dan información sesgada, mediocre. Esta semana mientras Egipto y Siria se desangraban, la gran noticia fue la nueva mascota de Obama. El muy infeliz tiene un lado humano. Las noticias, la cultura y este pensamiento occidental nos convencen todo el tiempo de que los musulmanes son terroristas, son los parías de nuestro tiempo. De hecho, el gobierno gringo no ha tildado estas acciones como “terroristas”, sólo ha “condenado” las acciones militares. En Egipto siempre hubo dictadores. Mohamed Morsi fue el primer presidente elegido democráticamente, por una mayoría musulmana. A Estados Unidos no le gustó la idea, así que armó al ejército egipcio y lo impulsó para que la dictadura retomara el poder. Ahora ese ejército asesina a diestra y siniestra a todos los musulmanes inconformes, con armas pagadas por el padrino de occidente. Algo similar sucede con Siria. En este caso no sucederá lo mismo que pasó en Afganistán o Irak. En primer lugar no hay mucho petróleo en ese par de desiertos, y en segundo lugar la nueva estrategia de Obama es incendiar los odios de las naciones, enfrentar y polarizar un país para que sólo se desbarate. Luego ellos llegarán a reconstruir las naciones para sentar las bases de la “democracia” y “libertad” que tanto pregona su primera enmienda. Las nuevas guerras se darán por cuestiones de religión. En África hay conflictos similares, entre cristianos y musulmanes. Pero allá no llegan las grandes potencias, ni la ONU, porque no hay nada que se pueda explotar. En otras palabras no hay petróleo que valga la pena. En dos años Siria lleva más de 100.000 muertos y un millón de niños refugiados. Muchos de ellos aniquilados por drones estadounidenses. Pero tú y yo, con nuestro silencio somos cómplices. Los medios nos han convencido de que ser musulmán es igual a ser terrorista, y lo creemos ciegamente. Nuestro silencio es tenebroso porque si no es cómplice, es indiferente. Lo que se está gestando es un gran crimen de lesa humanidad al que todos asistimos desde la comodidad de nuestras casas mientras nuestros jóvenes aprenden que los nazis han sido los asesinos más crueles de la humanidad. Por tranquilidad de mi conciencia tuve que escribir esto. No quiero guardar silencio cómplice. Ni tampoco indiferente. Pocas cosas en la vida se pagan tan caro como la arrogancia y la indiferencia. Ahora oriente está sumido en un infierno. Cuando nos toque a nosotros, sabremos cómo se siente el peso de la indiferencia. Y para entonces será demasiado tarde. @steveramirez07