Revisar el discurso de la actual administración del Valle sobre Buenaventura es similar a recorrer los pasillos de una feria: está lo más bello, lo mejor, lo más grande, lo único, lo inigualable, lo histórica... Sofismas de tipo “progresista” que, aun invadidos por la pobreza y tullidos por la corrupción, quieren mostrar una inexistente metamorfosis positiva, un intento de engañar a la opinión al añadir a sus discursos lemas como “ciudad global y competitiva”, del que me aparto no por pesimista, sino por realista y optimista.
Optimista porque dudo seriamente que hayamos llegado a tal nivel de bobería como para no aceptar que aquel puerto, que solo canciones afirman que es “de paz y brisa pura”, esconde la realidad: una ciudad en plena decadencia que requiere cambios radicales en la gestión pública. Y lo anterior no lo digo por capricho sino porque tengo la firme convicción de que lo público nos concierne a todos, y maltratar su valor resulta inaceptable. Maltrato escandaloso que ni la ilustre dirigencia regional, nacional, empresarial, ni el puente atirantado, ni el reconocimiento como Distrito Especial por parte del Congreso de hace unos años alcanzan a justificar.
Afortunadamente, en Cali, el Gato de Tejada, Cristo Rey o don Sebastián de Belalcázar no ven ni escuchan los comentarios miopes que desde la Gobernación del Valle hacen del puerto ignorado. De lo contrario, alzarían vuelo para esconderse de tanto escándalo. No creo que “la mujer platonera con chontaduro en mano” se aguante los turbulentos contratos de alumbrado público en un ciudad que mantiene a oscuras, que tolere el circo de las fundaciones contratistas que se robaron el puerto y mucho menos los inconcebibles sobrecostos en la contratación de la Secretaria de Salud Departamental, que algún concejal Bonaverense o diputado del Valle ha querido debatir en medio del silencio de sus colegas, dedicados a las campañas al Congreso.
Sobrecostos inexplicables que ha dejado correr la Secretaría de Salud Departamental castigan el erario del Valle. Una jeringa carpula, que la entidad encargada de la Salud de los vallecaucanos despacha a los centros de atención del puerto por un valor de $57.420, se cotiza en tres empresas distintas de la ciudad a un valor (sumando sobrecostos de contratación pública) que oscila entre los $24.000 y los $34.000. En otras palabras, por cada jeringa que adquiere la Secretaría de Salud del Valle se castiga el patrimonio público con más de $20.000, un gasto exagerado e inútil que encarece el sistema de salud pública departamental y limita su capacidad de prestar un mejor servicio, ¡y qué decir de cómo se presta en Buenaventura! Situación que se repite en varios elementos que curiosamente la Secretaría adquiere a precios superiores a los reales, inclusive millones por encima del valor real.
Sin embargo, el escandalo no para allí. Según “el papel”, la Secretaría de Salud del Valle adquirió lámparas de fotocurado de última tecnología, valoradas en $4.200.000. Equipos que se quedaron en papel, ya que a los centros de salud, o por lo menos a los de Buenaventura, fueron a parar otras lámparas de menos valor que las facturadas. Es decir, “gato por liebre” les metieron a los vallecaucanos, que aturdidos con pautas políticas por estos días están, no se dan cuenta de toda clase de atropellos que se comenten en contra de los recursos públicos.
En fin, cualquiera diría que fue de es de tontos gastar más de lo necesario, pero yo sí no creo a nadie tan inútil, e insisto en que es urgente que la Superintendencia de Salud y los veedores investiguen si hay enemigos agazapados o transacciones indebidas en la administración pública, contrarias al bien común del Valle del Cauca, donde entre los que pagan el pato está la gente del puerto, lugar en el que frente al mar y entre balas “transcurre la brisa pura”. ¡Veeduría, veeduría, por favor!
@josiasfiesco
Buenaventura, descaro frente al mar
Mié, 12/03/2014 - 10:04
Revisar el discurso de la actual administración del Valle sobre Buenaventura es similar a recorrer los pasillos de una feria: está lo más bello, lo mejor, lo más grande, lo único, lo inigualable