Viajar en el metro subterráneo tiene la desventaja de no poder prepararse para llegar al destino, se llega a ciegas y de sopetón… Así conocí Central Park, muy temprano salí de la estación de la Quinta Avenida, abrí los ojos y allí estaba: gigante, imponente, sin horizonte visible, lleno de gente y blanco.
La noche anterior nevó en Nueva York, así que me encontré con un Central Park totalmente cubierto por la nieve, decidí que ese día no quería ver nada más, así que me aventuré a perderme en el parque.
Caminé entré los quioscos de libros y revistas, en una sensación de alegría que seguramente reforzó el hecho de que en toda la esquina sonaba la canción más empalagosa de los REM: “Shiny Happy People”
Shiny happy people holding hands… Shiny happy people holding hands*…
El estribillo que tuve grabado todo el día hubiese sido más apropiado para el Central Park de verdes intensos y aire tibio del verano, pero en la versión que conocí, el parque estaba cubierto por una alfombra blanca de nieve, que reflejaba la luz del sol. Cada paso allí se sentía como un crash, crash, que marcaba mis huellas en los caminos que empezaban a trazar los primeros visitantes. [caption id="attachment_826399" align="aligncenter" width="1024"] Foto: Carlos Mario Rodríguez @carloswario[/caption] Caminar en Central Park se siente absolutamente familiar, ha salido en tantas películas y series que es fácil imaginar picnics en el prado y personas trotando en medio de árboles frondosos. Pero el invierno tiene una magia distinta, los árboles estaban despojados del follaje, los lagos congelados y los caminos borrados por el hielo y la nieve. Lejos de ser un escenario triste o incoloro, el parque estaba engalanado con los colores del invierno: una paleta compuesta por el blanco de la nieve prevalente en todo el lugar, solamente salpicada por el marrón de los troncos de los árboles y de los tonos de ocre y siena de las hojas secas, o de las ardillas, que corretean de un lado a otro. [caption id="attachment_826402" align="aligncenter" width="1024"] Foto: Carlos Mario Rodríguez @carloswario[/caption] Es posible también encontrar reflejos de azul en el agua congelada, matices de verdes en las ramas de los pinos y grises que se difuminan en el panorama de edificios de concreto y vidrio, en ese contraste entre naturaleza y ciudad. [caption id="attachment_826400" align="aligncenter" width="1227"] Paleta de color inspirada en el invierno en Central Park - Carlos Mario Rodríguez.[/caption] El día transcurrió en una exploración que, con mapa en mano, me llevó del Castillo Belvedere a Strawberry Fields, de Alice in Wonderland al Lago de las tortugas y a la Pista de Hielo, pasé por caminos y puentes que a 2ºC se sintieron como una jornada maratónica. Siempre imaginé a Central Park como el pulmón de Manhattan, pero creo que es realmente el corazón de la ciudad, quizás, es el lugar más tranquilo, pero a la vez más vivo de Nueva York, porque aun estando congelado, se aleja de la frialdad de las calles, de ese ritmo acelerado y de las caras vacías de la gente afanada. Perderse y caminar en el parque, en esa atmósfera de blanco, hace que resulte fácil comprender la ocasión en la que Christo y Jeanne Claude** tiñeron de naranja el paisaje del parque en invierno, ¿cómo no hacerlo?, si el blanco del Central Park invernal es el lienzo perfecto para comenzar una nueva obra de arte, una nueva canción o una nueva historia.