Crónicas de violaciones: El Parque de los Niños

Vie, 04/11/2011 - 10:30
“Cientos de niños bajábamos los tres pisos de forma apresurada sin importarnos que afuera nos esperara el cielo caluroso de Bucaramanga. A la una de la tarde  el timbre retumbaba por el inmenso C
“Cientos de niños bajábamos los tres pisos de forma apresurada sin importarnos que afuera nos esperara el cielo caluroso de Bucaramanga. A la una de la tarde  el timbre retumbaba por el inmenso Colegio Franciscano y todos corríamos entre  gritos, groserías, palmadas en las cabezas, punta pies y uno que otro toqueteo para alcanzar el portón; primero se calmaba la sed  con los helados, vikingos, bolsas de agua o jugos que tantos paleteros vendían apostados sobre la carrera y  luego se subía a los buses o carros particulares que nos llevaban a casa.” Julián *me  sonríe cuando sigue narrando: “¡pero yo no! Vivíamos muy cerca al colegio y siendo la ciudad aun, por la década de los ochentas, más pueblo que ciudad, a mí me tocaba que irme caminando. Unas  diez infernales cuadras, no solo por el calor si no por  aquel hombre que empujando su carro de helados me perseguía por todo el amplio parque que de forma obligada tenía que cruzar para llegar a casa, “ Las estadísticas en Colombia demuestran que cada 14 minutos un niño es agredido sexualmente, de estos el 4% han sido víctimas de extraños que aprovechan oportunidades y que caminan por calles, trotan por los andenes, se sientan en bancas y como en el caso de Julián, trabajan en los parques, vigilantes y al acecho de un tocamiento, de verter palabras obscenas, de mostrar fotos pornográficas y de  exponer sus miembros sexuales. El infierno para Julián consistía en cruzar uno de los tantos campos verdes que circundan  la denominada “Ciudad de los parques”. Sobre las zonas de cemento del “Parque de los Niños” un hombre de unos treinta años  correteaba con su pequeño carro de ventas de helados en busca de clientes, fisgoneando los niños que caminaban solos, ganándose su confianza e invitándolos a su casa para que: “puedan comerse una buena paleta que tengo guardada”, acota Julián quien recuerda que el paletero al reconocerlo pasar por el parque lo seguía, lo perseguía, lo acosaba y lo acorralaba. 125 niños han sido reportados como abusados en lo que va corrido del año 2011 en la ciudad de Bucaramanga; de esta cifra el 41% corresponde a las edades comprendidas entre 4 a 9 años. Según el periódico regional Vanguardia Liberal del 01 de abril del presente año la respuesta de la directora del ICBF ante el aumento de los casos en la ciudad es la perplejidad tan característica de los políticos:” nosotros nos limitamos a prevenir y a elaborar campañas de concientización con los padres, pero el problema es que ellos salen a trabajar y lo niños se quedan solos en casa...". Le pregunto a Julián  si se defendía:” jamás plantee gritarle, o coger unas piedras y pegarle o contarle a alguien”. Mi siguiente pregunta es obvia. ¿Por qué?: “pues hombre el sentimiento de vergüenza era enorme ( recordar lector que Julián a sus ocho años estaba siendo víctima de una violación constante en su casa por un familiar; Crónicas de violaciones: la escaleras de la infamia) y yo sentía y creía que era mi culpa”. Las agresiones sexuales no siempre incluyen penetración  o tocamientos. Palabras obscenas o filmografía pornográfica están incluidas en esta categoría. Julián sufrió la vejación de un hombre que muy de seguro hostigó a otros menores. Julián llegaba corriendo a casa, sudoroso, nervioso, y llorando. Se encerraba sin salir toda la tarde de su habitación: un niño sin amigos, introvertido, dependiente y lleno de culpa. Su familia nunca  llegó  a enterarse de su agresión sexual. Hay que insistir en la necesidad de combatir la impunidad en los casos de violación y otras formas de violencia sexual mediante la investigación y el enjuiciamiento riguroso y sistemático de esos delitos a nivel nacional. El proceso es largo y puede llegar a ser doloroso. Se han visto casos donde la victima ha sido vuelta a humillar por demostrarse que se  excitó en el tocamiento. Todos somos seres humano sexuales y aun siendo niños se nos despierta el placer; pero una situación muy diferente es la manipulación de los órganos sexuales sin consentimiento y a una edad que legalmente no somos responsables. Los agresores al ser descubiertos afirman que lo sienten mucho, que nunca lo van a hacer de nuevo, que ocurrió por estar borrachos o drogados. Los delincuentes sexuales suelen ser muy convincentes hasta el punto que hacen dudar que el abuso existiera; ponen en tela de juicio las escenas de las que habla el menor y muchas veces la familia termina asegurando que son producto de la imaginación; pero hay que recordar que los niños y niñas poco o nada saben de sexo y el lenguaje relacionado; por  esse  hace más fácil su encubrimiento. Los menores no saben expresar con palabras la situación por la  que están pasando; pero si lo hacen mediante cambios en su comportamiento habitual. Julián me mira y por primera vez en toda la tarde de conversación a sus ojos se le asoman las lagrimas: “una vez no me persiguió: Iba caminando junto a otro niño de mis misma edad: ocho años; iban riéndose. Se me acercaron, el me miró, su lengua se paseo por sus labios y siguieron su marcha. No hice nada. Me quede parado unos minutos y despacio fui hasta mi casa, no sé si alegre o feliz. Solo sé que esa tarde fue diferente, supongo tranquilo es la palabra; pero aún me siento culpable"   * Nombre cambiado por petición expresa del entrevistado Alberto Salazar Castellanos salazarycastellanostecomunica@hotmail.com    
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