Dicen que los hombres no lloran. Es un mito que poco a poco se desmorona. Lágrima a lágrima, los hombres se desnudan y pierden el pudor. El llanto acude a los rostros masculinos, eso sí, por razones muy particulares. La memoria no juega un papel muy importante en el lagrimeo de los caballeros: la música no conmueve, la foto de la ex no despierta fantasmas de melancolía y tristeza. El hombre llora por fútbol. Así de simple, señores. El gol, ese abrazo que se grita, ese punto donde las cervezas, la tensión, la identidad, el sentimiento de manada, la amistad y la euforia se unen, provoca que los ojos se enlagunen y lloramos.
Cuando quiero llorar no lloro, y ahora los ojos están hinchados como globos. La lágrima lucha por salir ante cualquier pretexto. Porque los goles, como los besos y las promesas incumplidas, duelen cuando no se dan. Y es que nuestra querida selección nacional no tuvo ningún efecto lacrimógeno sobre el pueblo colombiano y nos dejó con la garganta intacta y los ojos secos.
¿Será por esta razón que sentí, sin razón aparente, que una parte de mí se perdía en la oscuridad de la habitación y lloré como un niño? La esperanza se extravió —como Teo en medio de los centrales argentinos— y no tuve más remedio que entregarme al llanto. La vida me pareció un poco más frágil, más delicada. Ante la violencia que corrompe el mundo, lloré; ante la mirada tierna de un gato callejero y la desgracia monumental de un cantante de buseta, lavé mi rostro.
Después de la purificación vino la reflexión. Entonces lloré de risa. El espejismo de Brasil 2014 se esfumó y todo fue más claro: nuestro deporte nacional es el ciclismo. Sé que el amor por el fútbol no cesa tan fácilmente pues está asociado a la empatía por los que sufren, a las causas perdidas y a un fuerte sentido de pertenencia. Seguro, James Rodríguez y compañía encontrarán de nuevo, en las eliminatorias mundialistas, el camino del triunfo y volveremos a vibrar, a celebrar entre lágrimas alegres. Mientras tanto me preparo, con esperanza y fe, para desfogar el llanto reprimido con los escarabajos en el Tour de Francia.
Gabriel Rodríguez
@luisgabrielr7
Cuando quiero llorar no lloro
Vie, 17/07/2015 - 12:32
Dicen que los hombres no lloran. Es un mito que poco a poco se desmorona. Lágrima a lágrima, los hombres se desnudan y pierden el pudor. El llanto acude a los rostros masculinos, eso sí, por razone