En mi más reciente investigación detectivesca-http://www.youtube.com/watch?v=95W7p-Hfzdk-sorprendí dentro de los anaqueles de uno de mis proveedores un volumen de antología en la literatura infantil: Pobby y Dingan, del británico profesor de inglés Ben Rice. Movido por mi más profunda simpatía hacía un libro excepcional lo compré de nuevo, buscando toparme con otro dato que justificara el alelamiento producido años atrás en su primera lectura.
“Rice crea un mundo posible y reta al lector presentándole la historia de dos hermanos cuya vida depende de la búsqueda de un par de amigos imaginarios”. Pobby y Dingan, viven con su amiga Kellyanne Williamsom en una zona minera de Australia. Sin embargo ella es la única que los puede ver, porque son imaginarios. Ashmol, el hermano mayor de Kellyane está cansado del “juego tonto de mi hermana” y no acepta la situación. El mismo día que su padre, minero, es acusado de robar en la mina, Pobby y Dingan desaparecen. Kellyanne consumida por la pena comienza a desfallecer; su hermano moviliza entonces a todo el pequeño pueblo donde residen a encontrar al par de amigos y de paso limpiar el enlodado nombre de su padre. Pobby y Dingan son una pareja inolvidable, aunque su cuento de hadas se transforma en cenizas al finalizar las 97 páginas de las que consta el libro
“El autor pone a prueba, con éxito, la rigidez adulta y reflexiona sobre temas que son de trascendencia para el lector: la posesión y el poder, el honor perdido, la amistad y la importancia de las utopías”. Nos cuestiona sobre la necesidad que tiene el ser humano de no negarle a la vida los elementos dinámicos del calor y del color, que solo la espontaneidad y la novedad reportan. De la urgencia permanente de novedades en la vida del hombre. De la juventud espiritual y mental.
La juventud, no la física, es la hora en que se divisan amplios y posibles muchos horizontes, cuando la línea que los cierra tiene tanta distancia frente a nosotros, que caben todas las imaginables aventuras y azares antes de alcanzarla.
Sólo cuando se le aceptan valladares y cotos vedados al espacio vital, cuando se señalan, por cualquiera de las razones que fundan la seriedad y el establecimiento, linderos a la actividad y esta sin imaginación, se reitera en actos idénticos, iguales y autómatas, se puede entender perdida, con progresiva irremisiblidad, esa etapa vital que es la juventud.
Cuando cualquier novedad constituye riesgo y alea y es preciso resguardar de todos los embates las normas que regulan nuestra trivial convivencia o cuando cualquier opinión novedosa o cualquier actividad que desestime las forzadas por la tradición o los complejos de inferioridad social, que en determinado momento signan un conglomerado frente al mundo, nos procuran temor, inquietud o sobresalto, es ineludible la certeza de la vejez prematura o merecida, pero en todo caso asfixiante de la vida.
La vejez se produce cuando le tenemos franca aversión a la juventud, cuando sus comportamientos provocan en nosotros, mecanismos instintivos de defensa de los ritos sacramentales, que constituyen nuestro acervo cultural y cuando tememos ver desplazadas nuestras opiniones y ventajas.
Pobby y Dingan admiten críticas desde diferentes ángulos de análisis. La dependencia de lo ilusorio para hacer frente a lo real. El reavivamiento de la humanidad. Interrogantes filosóficos, morales y éticos. O la de este espacio. La de la advertirnos que teniendo permanente vocación por todas las novedades, no aferrando el espíritu a ningún limitado espacio, destino, actividad, preocupación u ocupación, sino garantizándole libertad para llenar todas las posibilidades, es dable mantener la posición esquiva y difícil, pero grata, de la juventud.
Alberto Salazar C
laporciunculalibrería@gmail.com
Desaparecidos: Pobby y Dingan
Lun, 06/01/2014 - 05:18
En mi más reciente investigación detectivesca-http://www.youtube.com/watch?v=95W7p-Hfzdk-sorprendí dentro de los anaqueles de un
En mi más reciente investigación detectivesca-http://www.youtube.com/watch?v=95W7p-Hfzdk-sorprendí dentro de los anaqueles de un