El arte que “no sirve para nada”

Jue, 27/02/2014 - 10:35
Hace unos días discutía con mi hermano menor acerca de un sentimiento que a veces me embarga, fruto de ver a Colombia girar y girar históricamente sobre el mismo punto sin una aparente salida… é
Hace unos días discutía con mi hermano menor acerca de un sentimiento que a veces me embarga, fruto de ver a Colombia girar y girar históricamente sobre el mismo punto sin una aparente salida… él es un muchacho inteligente… y no es por presumir, estimados lectores, pero a ver: tenía que serlo… ¡es mi hermano!… y está haciendo sus primeros pinos en uno de los medios más hostiles que conozco: La política…. Debo pedir excusas a los lectores por arrancar el artículo sobre el arte que no sirve con una anécdota familiar, pero la verdad es que las reflexiones que inspiraron este texto surtieron de esa breve discusión con ese muchacho, que ahora veo valientemente subido en una tarima contándole sus ideas a la gente. Bueno, pero sin más rodeos, luego de una breve discusión sobre la ley de víctimas, él cerro el punto diciéndome airadamente: “Deje de criticar, si hay algo que le hace daño a este país es la gente como usted que cree que ya no hay nada que hacer, que cree que este país no puede cambiar y por eso no hacen nada para cambiarlo. Yo sí, yo sí creo que esto puede cambiar y quiero hacerlo”… por supuesto me dejó callada y pensando: “¿a qué hora se creció este enano?” (típico pensamiento de hermana mayor)… y también debo confesar que me dejó con una sonrisa en los labios, porque en medio de mis constantes cansancios y dolores con este país nuestro, me alegra saber que existe gente joven como él,  metidos en un medio tan duro, tan importante, pero que a veces parece que todo lo pudre, gente que está mirando hacia adelante y diciendo con el corazón en la mano: “¡Yo quiero construir!” y va y lo hace…Él es el reflejo de una juventud que he visto despertar en los últimos tiempos, que se interesa en la política, que discute, que sale y protesta cuando tiene que hacerlo… una juventud que no fue la misma de mi generación, una generación que a veces parece que se quedó dormida en medio de tanta apatía… El punto es, que mi hermano me dejó pensando en la construcción… en la construcción de país… yo no sé si yo este construyendo algo, quizás no, más bien yo la tengo fácil, nada más fácil que andar regando pluma todo el día criticando todo lo que pasa en el país… pero sí debo decir que en medio de mis arengas en contra de una sociedad de, como lo dije en una pasada columna, “emociones fosforadas”, he visto la construcción, y la he visto a partir de algo tan obvio para mí, pero tan difícil de entender para la mayoría de colombianos: he visto esa construcción de lazos ciudadanos, de identidad y de paz a través del arte, de la cultura. Alguien me dijo alguna vez que “El arte no servía para nada”… yo le puedo decir a ese alguien que yo he visto en los lugares más recónditos de Colombia, en el pacífico, en el llano, en el caribe  a comunidades enteras, que han sido azotadas por la violencia, aferrándose a lo único que no les pueden quitar: a su música. Porque esa música hace parte de su historia, de su identidad y es a través de su música que hacen resistencia en contra de un mundo, de una cotidianidad que pareciera querer verlos morir… ellos se mantienen vivos gracias a la música que les recuerda quienes son y porque deben construir y darle la cara a la vida día tras día… Palenque por ejemplo, es una historia de siglos de resistencia y sobrevivencia a través del arte. He visto, gente que construye ciudadanía y políticas públicas a través del teatro, una herramienta más poderosa y efectiva que una charla  o un taller aburrido, que no aporta más que bostezos en la gente. He visto artistas plásticos que ponen todo su conocimiento al servicio de poblaciones en condición de discapacidad, con resultados que dejarían boquiabierto a ese ser “brillante” que me dijo que el arte no servía para nada. He visto proyectos de paz en muchachos, jóvenes reinsertados, que han encontrado en el arte una herramienta que les ha ayudado a hacer la catarsis necesaria para salir de la guerra. He visto en zonas de alta violencia, proyectos artísticos que han contribuido a bajar los índices de violencia… He visto construcción de país a través del arte y lo he visto en este país que tanto me duele y en el que a veces parece que pierdo la fe… Por eso quiero agradecer hoy, entre otras cosas, a mis lectores que han tenido la paciencia suficiente para permitirme un capricho personal: agradecerle a mi hermano que en medio de su juventud me recordó que en este país si se construye, y se construye desde y con las herramientas más humildes, más creativas y más poderosas que tenemos en contra de la violencia y las “emociones fosforadas”… @weneardi
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