La paz que nos quieren meter por los ojos me recuerda mucho la imagen del hombre que, tras comprar un televisor por internet en la China, abre la caja y encuentra un ladrillo. Tal cual son las garantías que vamos a tener después de que el gobierno Santos nos meta ese gol. O sea, además de no tener a quién reclamar, nos veremos abocados no solo a aceptar que todo ha sido una estafa sino a ahorrar una vez más para conseguir otro aparato.
En términos de paz, nos quedaremos con la guerra y con el problema del ladrillo y de la caja. O, para ser más exacto, con la guerra y con el problemita de alterar de nuevo el orden moral de las cosas. Donde lo malo pasa a ser bueno y lo bueno pasa a ser malo. Es decir, seguimos cometiendo el mismo error del pasado.
Un juego éste supremamente nocivo porque avala, como al fin y al cabo nos lo dicta la historia, nuevos procesos de paz. Lo cual es igual a decir que perpetúa la guerra. Y para la muestra un botón: la Columna Móvil Teófilo Forero. Una facción que, aunque supuestamente hace parte de las FARC, no está, según dicen los medios, para nada de acuerdo con el paso hacia la “legalidad” que pretenden hacer los abuelos de esta organización terrorista. ¿Entonces qué va a pasar con ella después de firmada “la paz”? ¡Nada! O al menos nada distinto de lo ha sucedido hasta ahora: seguirá, de no ser que en la Habana el gobierno decida legalizar todo tipo de acción criminal, delinquiendo.
¿Pero hasta cuándo?, se pregunta uno. ¿Hasta que “el paisa”, su líder, también se haga viejo y entonces prefiera dejar de lado el secuestro, el reclutamiento de niños, la siembra de minas quiebra patas, el boleteo, los atentados a diestra y siniestra y el lucrativo tráfico de drogas por una actividad, digamos negociador de paz en Caracas 2026 o aspirante a senador de la república para las elecciones del 2030, más acorde a su edad? ¿O hasta que el ejército lo mate y, tras él, surjan nuevos “paisas”, tal vez más jóvenes y, por lo mismo, todavía ambiciosos, por no decir temerarios?
Incluso, hilando más fino, esta nueva transgresión de las cosas podría desembocar en un daño institucional mucho peor: que a las fuerzas militares, hasta hoy —en términos generales— muy ceñidas al marco constitucional, se le llene la copa y decidan no seguir siendo los grandes damnificados de los acuerdos entre la clase política y la clase bandida. En una palabra, que decidan actuar antes de que en diez o quince años el puesto de mártir, que hoy por hoy ocupa de lejos el coronel Plazas Vega, lo venga a asumir cualquiera de los oficiales que actuaron en la Operación Jaque o en alguna otra que haya tenido como objetivo algún miembro de las FARC. Algo que sería bastante probable en un futuro cercano, cuando los guerrilleros indultados, digamos Timochenko y CIA, ya estén debidamente atrincherados en todas las ramas del poder.
Bonus track: Aunque en términos generales el uribismo plantea salidas acertadas al conflicto colombiano, satanizar la legalización de la droga en todas sus etapas: producción, distribución, venta y consumo, no es una de ellas.