Durante un largo período como corresponsal de prensa extranjera en Colombia, tuve la oportunidad de entrevistar, en el ejercicio de su mandato, a cuatro de los cinco expresidentes del país que aún están vivos. Todos, naturalmente, al principio de la gestión se mostraron dispuestos a transformar el país y, al final de la misma, parecían muy satisfechos de su obra. El narcotráfico y la guerrilla fueron los dos argumentos principales de las crónicas periodísticas trasmitidas durante las gestiones de estos cuatro caballeros.
El primero de ellos aparecía triunfal al final de su período tras la eliminación de Pablo Escobar, otro no menos orgulloso por el encarcelamiento de los jefes del Cartel de Cali; la guerrilla, en estos dos casos, no fue tema prioritario. Luego vino un tercero que fracasó en sus conversaciones de paz pero se ufanaba de haber fortalecido el Ejército para combatir la subversión. El último preconizó una extraña cosa que llamó “el fin del fin” -a través de su comandante de las Fuerzas Armadas- para referirse a la guerrilla, pregonando que había doblegado a la subversión; y además, aseguró que había acabado con las Autodefensas Unidas de Colombia o paramilitares.
Pasado el tiempo, en el último caso, hemos visto que las AUC han mutado en el eufemismo de "bandas criminales", dedicadas al negocio del trafico de drogas, tal como los paramilitares. Y que la guerrilla, con todo y haber llegado al “fin del fin” sigue ahí, mermada y todo lo que se quiera, pero siempre presente para desgracia de los colombianos. Es decir, que el último de esos expresidentes, a quien le oí al comienzo de sus dos mandatos que acabaría con la guerrilla y el narcotráfico, no pudo o no quiso cumplir su promesa.
Todos sabemos, empezando por Juan Manuel Santos, que con la guerrilla y el narcotráfico no se puede acabar tal como se han combatido hasta ahora. Todos, exceptuando a los ex presidentes, que siguen pontificando soluciones y emponzoñando la vida de sus conciudadanos con sus rencillas y batallitas personales. Porque no sólo se hace daño a través de twitter; también con los cabildeos partidistas, con la promoción de sus delfines y con la prolongación de la mezquindad política de siempre.
Guerrilla y narcotráfico hoy son las dos patas de un solo cíclope llamado Droga, cuyo negocio se basa en un principio elemental de mercado de oferta y demanda. No se le puede pedir a un campesino colombiano que siembre papa o maíz cuando el mercado internacional le está pidiendo que siembre coca. Este fue un pacto con el diablo que hizo Colombia en la década de los años 1970 y el diablo le pasó la factura. La mayoría de la sociedad colombiana pensaba que “el problema es de los gringos que son unos viciosos y esa platica le viene muy bien al país”. Hoy el problema no es de los gringos es de Colombia, bien grande y de muy difícil salida.
La droga ha alimentado la guerrilla y si se llega a firmar la paz con las Farc, debemos estar preparados para el surgimiento de nuevas bandas criminales por parte de la tropa de guerrilleros rasos –y de algún jefe- que se harán con el negocio de la cocaína que hoy mueven con la franquicia de las Farc porque conocen las rutas y el know how de la cosa. ¿A qué viene, pues, el pataleo de los expresidentes? ¿No tuvieron ya su oportunidad de dar soluciones al país? ¿No prometieron el oro y el moro y al final no salieron con un chorro de babas? ¿No ven que después de sus brillantes gestiones este país sigue en las mismas? Calladitos están más bonitos. Sigan el ejemplo de ese colega que no dice ni mu y sólo abre la boca para hablar de poesía.
Y eso que tiene muchas cosas para contar sobre el golpe de Estado que le dieron los militares cuando la toma del Palacio de Justicia.
El pataleo de los expresidentes
Mié, 10/04/2013 - 05:31
Durante un largo período como corresponsal de prensa extranjera en Colombia, tuve la oportunidad de entrevistar, en el ejercicio de su mandato, a cuatro de los cinco expresidentes del país que aún