¿En Colombia hay oradores o tan sólo charlatanes?

Mar, 01/10/2013 - 09:34
Desde la Grecia clásica con su ars bene dicendi -Arte del buen hablar- se ha cultivado la retórica como una de las máximas expresiones del cultismo universal; no ha existido ni dejará de
Desde la Grecia clásica con su ars bene dicendi -Arte del buen hablar- se ha cultivado la retórica como una de las máximas expresiones del cultismo universal; no ha existido ni dejará de existir una fascinación tan profunda como la que despierta la oratoria como característica fundamental del liderazgo humano. Todos los líderes, prohombres o malhechores sin excepción, han encarnado verbalmente la articulación de sus argumentos para generar cambios significativos en su entorno, que les han conferido un sitial de honor en la historia universal. Pero en estos tiempos tan cambiantes, donde la rapidez reina en cada una de las actividades cotidianas del ser humano y la globalización marca un ritmo propio basado en la producción de nuevo conocimiento, en la llamada era del conocimiento, no parece indispensable y suficiente la oratoria para persuadir conciencias y movilizar opiniones a favor o en contra de algún hecho en particular, ni es válida solamente la presencia de la oratoria como símbolo distintivo de liderazgo, debido al surgimiento de nuevas formas de comunicación que suplen ese protagonismo reinante en el ágora de antaño. Para poder analizar la indisoluble unión entre liderazgo y oratoria bien vale la pena revisar los más recientes fenómenos de movimientos sociales masivos, por representar la esencia transformadora que históricamente se le ha concedido a los grandes líderes, y que concuerda con lo señalado por Benazir Bhutto en el sentido de que “el liderazgo es un compromiso con una idea, un sueño, y una visión de lo que puede ser”. Muchos de estos movimientos guardan características comunes; la efervescencia propia de los jóvenes que mayoritariamente los conforman, y también la fugacidad que suele ser visible en quienes recién alcanzan la mayoría de edad y quieren vivir con apasionamiento cada momento de sus vidas. Dicho apasionamiento se refleja en esa vieja frase según la cual "los jóvenes hoy en día son unos tiranos, contradicen a sus padres, devoran su comida y le faltan el respeto a sus maestros", falsamente atribuida a Sócrates, que refleja bien lo que el grueso de la sociedad piensa acerca de la juventud. No obstante la irreverencia que marca dicha sentencia, ha sido la fuerza de sus argumentos expresados en hechos los que permitieron, sobre todo después de la primera mitad del siglo XX, que el mundo entero supiera sobre el mal funcionamiento de la maquinaria del planeta, y aunque tampoco puede negarse que gracias a la globalización de las comunicaciones se han evidenciado hechos como el del Mayo francés, Tiananmen, y más recientemente el movimiento de Indignados en Europa, Chile, la Mane Colombiana o la primavera árabe, ha sido la grandeza universal de la “sal del mundo”, como llamaba Juan Pablo II a los jóvenes, la que desde siempre le ha puesto sabor a la vida, subvirtiendo realidades y despertando conciencias adormecidas por el sistema. Seguro es que los jóvenes y sus nuevas formas de comunicación han comenzado a ejercer un estilo de liderazgo diferente al que estábamos acostumbrados a ver. Ese liderazgo expresado por los jóvenes, que tradicionalmente se ha evidenciado desde el rincón de las artes como genuinas expresiones de inconformidad válidas como denuncia, se acompasa con otros grupos que están expresando su malestar a través del llamado emprendimiento social, con una clara visión de negocios, intentando abrirse paso en la ya mencionada sociedad del conocimiento. A pesar de los ejemplos anteriores tal vez los dos únicos atributos de la oratoria vigentes y aún ligados profundamente al liderazgo son la persuasión y la universalidad. En la primera cualidad el don de la palabra siempre es altamente valorado, sirviendo a propósitos concretos como el comburente de una volátil inconformidad capaz de encender los ánimos en cualquier momento haciendo un llamado a la acción. Pero si esta habilidad no se acompaña fielmente de prácticas consecuentes, se convierte incluso en algo que la masa desprecia y destila en su proceso de fermentación, al interpretar al llamado líder como un charlatán que carece de una cualidad superior: coherencia, es decir, la total integración entre lo que se piensa, se dice y se actúa. Solo las personas situadas en el podio de la historia como verdaderos líderes han sabido conjugar a la perfección esa cualidad. Sin importar cual sea el modelo de gobernanza adoptado, la oratoria y la retórica como las conocemos; deliberativas, históricamente grandes y engrandecedoras de la raza humana, persuasivas y universalmente asociadas al liderazgo, mutarán hacia formas más democráticas basadas en la información compartida, donde la opinión ya no será monopolio de unos pocos, y estará dada no por uno sino por muchos líderes, algunos de los cuales por supuesto seguirán cultivándolas como un bosque del cual hacer leña cada vez que haya necesidad de incendiar los ánimos, o de construir hermosas maravillas dignas de culto universal, bien por su estructura, bien por su mensaje liberador, o por el anuncio de tiempos mejores. Pero ya no estarán solas, se verán acompañadas de otras expresiones que llegaron para quedarse, y que por coherencia de sus autores gritarán incluso con más fuerza que cualquier discurso conocido. Por eso en las próximas elecciones, de lo que sea, no se deje tramar. Una cosa es un charlatán hablador de paja y otra muy distinta un buen líder/administrador. Si camina por su ciudad y mira los males de su cuadra y barrio seguramente podrá notar la diferencia.
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