Estudié con monjas a quienes no recuerdo con un especial afecto y creo que ellas a mí tampoco.
La palabra pecado me generaba urticaria. Sin embargo me reconcilié con ella, cuando conocí el conmovedor documento que constituye Los Doce Pasos de recuperación de los Alcohólicos Anónimos. Éste permite tomarnos personales las reflexiones de un adicto, cuando entendemos que el sufrimiento asociado a una situación desafiante, está asociado a algún tipo de adicción, tan insana como al alcohol o a las drogas: adicciones al drama, al control, al trabajo, a la necesidad de romance, a la comida, al sexo, etc.
Uno de los doce pasos requiere “hacer un minucioso inventario moral de nosotros mismos”, invitando a utilizar una lista universalmente aceptada de las principales flaquezas humanas: los Siete Pecados Capitales (soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza).
Vi la familiaridad con que los experimentamos, tras identificar la sincronía entre (i) el anterior hallazgo, (ii) una charla de negocios y (iii) un texto de un filósofo contemporáneo.
Recuerdo la charla donde el orador preguntó: ¿En qué momento se acaba la completa dicha que usted puede sentir en su trabajo (generada por la satisfacción de la actividad, por la remuneración, etc.)?... Pues se acaba cuando uno se entera que al compañero de trabajo le subieron el sueldo...
Y pensé que ése es el ‘raye’ de la vida... La bendita comparación!
Y Alain de Botton habla de un estado de intranquilidad en el mundo actual que llama Ansiedad del Estatus, cuyo espíritu podría resumirse en su frase “cada vez que a un amigo le va bien, alguna cosita dentro de uno muere. (…) somos increíblemente sensibles a la atención que recibimos de otra gente, (…) de los colegas, de los amigos. (…) nos afecta si nos ignoran o no nos reconocen los méritos. Somos muy sensibles a este otro tipo de amor”.
La envidia, originada en nuestra necesidad de ser amados, está asociada al espíritu de igualdad… No la sentimos si no nos sentimos relacionados. Uno no siente envidia de la riqueza de la Reina Isabel de Inglaterra!
La gran verdad es que la envidia nace de la idea equivocada de creernos ‘iguales’ en la definición de ‘éxito’!
Y pensé en Van Gogh. El estatus que jamás vivió y del que habría gozado de haber vendido su obra en vida es irrelevante, frente a la inspiración que constituye por expresar con ímpetu a través de su obra la magnificencia de su alma, dejando cientos de obras maestras a sus tempranos 37 años.
Su historia nos redime! En una vida alineada con los anhelos del alma, no hay lugar a la envidia, y al contrario es motivo de inspiración.
Imagine cómo se sentiría si la vida que realmente quisiera vivir, es sólo suya y no hay lugar a comparación alguna... Si siente sosiego, esa es la vida en la que perfectamente puede decir sobre la envidia, que es mejor despertarla que sentirla!
@theonething2014