Cuando no existen incentivos necesarios para controlar la corrupción y las sanciones para prevenirla son insuficientes, no se considera como comportamiento racional ser honesto. Explicar lo sucedido puede resultar simple desde la visión económica de la corrupción, la cual asume que el individuo es un ser racional preocupado por maximizar sus preferencias y por escoger la alternativa que mayor utilidad le representa. Los Nule no son la excepción, se trataba de ser racionales y escoger que alternativa (entre ser y no ser corrupto) representaba mayor utilidad. Esto matemáticamente estaría resumido en la fórmula “costo menos beneficio igual a utilidad (C-B=U)”.
Desde la visión de los Nule, la apropiación indebida del dinero de los habitantes de Bogotá por 65 mil millones de pesos representa el beneficio. La sanción, llamada peculado, tiene un costo de 38 mil millones de pesos en multas y 7 años de cárcel que pueden convertirse a la mitad (con rebaja de penas). Esto puede dejarles una utilidad de 27 mil millones de pesos y aproximadamente de 3 a 4 años de cárcel, de los cuales ya llevan casi uno.
El resultado es que estando cerca a las próximas elecciones, en medio de la cómoda y recurrente amnesia colectiva que nos caracteriza, tendremos a tres sujetos con dinero en el bolsillo y listos para empezar una nueva vida, inclusive en el ámbito político. Las matemáticas no fallan, pero la justicia si.
Las consecuencias siempre graves para la Bogotá coqueta que muchos conocimos, hoy encuentran importantes cuestionamientos sobre los factores intrínsecos que llevaron a los Nule a cometer un acto de tal magnitud. Por ahora, no recurrimos ni a la justicia, ni a los factores que producen la corrupción, sólo nos preguntamos por las motivaciones más intensas, naturales, íntimas y originadas de ese vacío existencial que les dificultó generar una conducta íntegra.
¿Cuál fue el factor interno que llevó a los Nule a derivar sus deseos y pasiones en actos antiéticos? El filósofo alemán Nietzsche hubiera dicho que la ignorancia es el principal motivo. Para el filósofo “la mayor pasión que tiene la humanidad es el amor por la ignorancia”, y cuando el hombre no se puede controlar así mismo es víctima fácil de sus impulsos. En un ámbito público, como el nuestro, de poca visibilidad, alta discrecionalidad y sanciones judiciales nada ejemplares, provoca que las pasiones se conviertan en actos amorales.
La avaricia, la codicia y el anhelo desmedido por el poder terminan por confundir a los Nule. En Colombia da igual si el atraso es social, económico o ético, lo que importa es confundirse y confundir los valores, dormir de cualquier forma, con almohada o sin almohada, con conciencia o sin conciencia, al final “saquear” vale la pena porque es una forma racional de felicidad.
“Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna (…)”, esa fue la definición de felicidad del famoso actor y comediante estadounidense Groucho Marx. Nunca sabremos cómo será la almohada de los Nule, sólo entenderemos que con una justicia de ficción, ellos seguirán soñando con Groucho, mientras la mayoría de los bogotanos despiertan día a día con una contundente realidad revelada por Ayn Rand: “la piedad para el culpable, es traición para el inocente”.
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