El equipo de Echemos Vaina y sus detractores tuvieron acceso la famosa Enciclopedia de Etimología, una verdadera quijotada (para algunos una sanchopanzada) emprendida por el filólogo Cenón Moreno, quien recientemente pasó a mejor vida. El pasado agosto huyó a Ceilán, sumido en una profunda depresión, luego de advertir que su gloriosa enciclopedia se encimaba por la compra de minutos de celular.
Esta investigación ha influido notablemente en los trabajos de eminencias como la doctora Deborah Verger, Nimodo Tesuda y la filóloga angoleña Kémira Pingo.
Nacido en el seno abultado de una mujer labriega, Cenón fue el quinto hijo de Epifanía Moreno, fruto de la tardía invención de los anticonceptivos y de una verbena popular de voladores y mazorcas asadas. En la escuela, Cenón Moreno sufrió de matoneo y acné. A pesar de ser llamado el Cosenón Negro de las matemáticas, por su flojo rendimiento en Trigonometría, Moreno fue un destacado orador en la clase de religión. Sus compañeros lo llamaban Tecla Negra, pero él sabe que pudo haber sido peor.
A los quince años, Moreno publicó su primer poema en un baño público, que más tarde sería adornado por dibujos de reconocidos diseñadores del pueblo. Ahí entendió que su sensibilidad no era poética, sino paupérrima. Se casó con la única convicción de ser viudo, pero fracasó tres veces. Entonces divorciado, emprendió numerosas empresas movido por el desamor y los hoyos en las medias. Finalmente, entendió que lo suyo eran las letras, de manera que se hizo prestamista. En los 70 se mudó a la capital. Allí conoció a poetas e intelectuales de su calaña, con quienes funda el grupo la Cueva. Al darse cuenta de que el grupo de García Márquez tenía el mismo nombre, Cenón propuso hacer un juego de palabras, y recomendó que se escribiese con G. No obstante, el grupo fue desdeñado por el gremio intelectual dada esta vulgaridad, puesto que “Cuega” significa “testículo blando” en lituano. En uno de los trámites finales de su tercer divorcio, en un juzgado de inmensos anaqueles, Cenón auguró lo que haría después de ese terrible momento: casarse de nuevo. Mientras tanto, decidió emprender su odisea etimológica que jamás podría terminar por razones de peso. El American Journal of Philology lo nombró el filólogo más gordo del siglo XX. Hoy vive en Colombo, Ceilán, en el templo de meditación y cámaras de bronceado del doctor Yokoi Toduro. Vaina La raíz indoeuropea viagris, que significaba hace cuarenta siglos enjundia, vigor, derivó en latín como vainazo, y acabó en el latín popular como fuete. En el siglo I a. C., durante el periodo de Nerón, solían darse castigos o vainazos a los invitados que perdían en el parqués, con cáscaras tiernas y largas de tamarindo. Vainazo se convirtió en vaina, y la gente empezó a asociar las cáscaras de tamarindo con las fundas en que se guardaban las espadas o sables. El término decantó en francés como la vaine; en italiano, vainazzo; en portugués, vaina verdeamarela, y en caribeño como la vaina más grande, caballero. @EchemosVaina Facebook.com/echemosvaina Soundcloud.com/echemos-vaina [caption id="attachment_497260" align="alignnone" width="300"] En la foto, la cuarta esposa de Cenón Moreno, con su puesto de tamarindos en Colombo, Ceilán.[/caption]