El hackeo como tema central de esta semana de información no es sorpresa sino para el presidente Santos que sintió escalofríos, no se sabe si por el empaque o por el contenido, los cuales ambos son simples.
Andrés Sepúlveda, el hacker involucrado en chuzadas a diferentes personalidades de la política colombiana y financiado e ideológicamente patrocinado aparentemente por los lados de la oposición al presidente Santos, Uribe y su combo; parece que no vio películas relacionadas con hackers, o que su inteligencia solo se limitó a extraer datos y no resguardarse de las consecuencias, como lo hace todo espía, que siempre tiene un salvavidas, un material que resguardan con mucho sigilo como prenda de garantía para salvaguardar su vida y la de su familia. Un material con pruebas fidedignas que comprometan, en este caso a políticos que los contratan. Pero parece que en este asunto lo que se tiene es pura verborrea que no sirven para nada en un país donde un escándalo sepulta a otro y que posee una justicia que da vergüenza orquestada por una Fiscalía que ofrece como supermercado promoción de rebajas de penas.
Lo del hacker Sepúlveda (cierto o no) y el trabajo realizado por sus colegas denunciado últimamente es un material tan frágil que sin defender al senador Uribe y sus compinches no tiene peso jurídico porque en la justicia colombiana la palabra tiene poder y más cuando es de un político comparada con la de un delincuente, que aunque no hay diferencia entre los dos, sí existen casos de sobra para demostrarlo: “La yidispolítica”, “La parapolítica”, El carrusel de la contratación, donde siempre terminan desprestigiados y condenados es el eslabón a los que la Fiscalía poco o nada les brinda el principio de oportunidad, que yo llamaría de impunidad, lo demás entra dentro del show mediático que los políticos saben interpretar como “conspiraciones de sus enemigos” o el de siempre “jamás he visto o he hablado con ese señor”; y que los medios repiten una y otra vez hasta hacerle creer a la gente que los malos no son tan malos y que los buenos exageran en sus denuncias. Mientras la justicia se vuelve un carnaval, se irrespeta, los políticos acusados se fugan, los delincuentes que sus casos no son de interés público viven en hacinamiento y un hacker por sentir que lo dejaron “solo” denuncia, sin cómo demostrarlo, hasta la controvertida moral del Procurador.
Me pregunto si el hacker Sepúlveda no hubiese sentido depresión y resentimiento, si los que él denuncia no lo dejan solo, ¿habría contado el chisme? Porque eso es lo que el aparato judicial colombiano interpretará en esas declaraciones sin el peso probatorio.
Lo de los hackers y las chuzadas serán otro rompecabezas judicial como el de Luis Carlos Galán, Garzón y otros tantos que después de grandes despliegues y sentencias de “llegar hasta las últimas consecuencias” todo termina en resumidas cuentas bajo los cimientos en que se soporta nuestra justicia, impunidad.
En la Costa hay un dicho que dice que la burra es parda cuando se tienen los pelos en la mano, al parecer Sepúlveda se entretuvo tanto con la burra que se le olvidó guardar los pelos para demostrar que la utilizó, sea para carga o para otra cosa, pero tiene la prueba.
La embarrada del hacker
Lun, 01/09/2014 - 13:03
El hackeo como tema central de esta semana de información no es sorpresa sino para el presidente Santos que sintió escalofríos, no se sabe si por el empaque o por el contenido, los cuales ambos son