Las viejas somos una ceba

Vie, 23/08/2013 - 01:32
En mi nuevo lugar hay 3 viejas, de 6, que me envían señales de odio. Una sobre todo. Un par de veces la he sorprendido mirándome fijamente, al verla de vuelta me hace mala cara, desvía la mirada y
En mi nuevo lugar hay 3 viejas, de 6, que me envían señales de odio. Una sobre todo. Un par de veces la he sorprendido mirándome fijamente, al verla de vuelta me hace mala cara, desvía la mirada y se secretea con su amiga, que usualmente me escanea de arriba abajo, con ceja levantada y ceño fruncido. La tercera es menos evidente, pero también parte del parche. No les presto atención. Ni siquiera  se cómo se llaman, y apenas las vi por primera vez hace dos semanas. No les he hecho absolutamente nada. Ni siquiera hemos hablado. Pero es oficial, algo malo les genero. Este tonto episodio infantilesco me hizo recordar aquel momento de mi vida colegial en el que tenía más amigos que amigas. Muchas viejas no me querían. Y sigo sin saber por qué. En cambio los manes morían. No en un sentido romántico, ni sexual, ni platónico. Solo parchábamos. En el colegio me entendía más con los manes que con las viejas. Y ahora parece que también. En mi nuevo lugar los manes son chéveres, sin dramas, escaneos de arriba abajo o miradas con ceja levantada. Es así como llego nuevamente a la conclusión: cuando queremos las viejas podemos ser una ceba. En mi antiguo lugar el 90 por ciento de los que allí trabajábamos éramos mujeres. Ambiente de mierda. Era una mezcla infernal entre Auschwitz, el Buen Pastor y cualquier secundaria de película gringa. Siempre había alguien peleando con alguien, el tono para hablarnos era asqueroso, todo el tiempo había que demandar respeto. Sensibilidad e histeria en el ambiente laboral. Del putas. Susana y Elvira la serie. Mabel Morenokienyke Una vez leí un artículo de una sicóloga ocupacional que promovía los ambientes laborales mixtos porque cuando hay concentración de mujeres en la oficina este tipo de situaciones suelen darse. “Porque las mujeres somos más sensibles, estamos más pendientes del reconocimiento y de la competencia”, escribía la experta. Volví a consultar con mis fuentes expertas sobre temas femeninos, Pepe Alegría y Gerbancio, y su punto de vista coincidió con lo anterior: “aunque no lo aceptan, las mujeres se odian”, dijo Pepe. “Las mujeres pueden ser despiadadas”, respondió a su vez Gerbancio. Pero un segundo. Tampoco. Yo no odio a mis amigas. Yo no odio a nadie, yo abrazo árboles. Yo no le deseo mal a nadie, ni siento envidia de nadie. Sí, no le hablo al que no me cae bien. Pero eso no es por ser mujer, es por no ser hipócrita, y la hipocresía no tiene género. De hecho en este momento de mi vida mis amigos más cercanos son mujeres y las quiero con locura. Me preocupa su bienestar, nunca les he dado un consejo con mala intención, ni he lamentado su suerte, ni envidiado sus éxitos. Además, tengo un gran equipo con una mujer, Elvira, y siempre hemos podido trabajar perfecto, sin hormonas en exceso, o envidias o estupideces de esas que he tenido que ver. Eso sí, hay un gremio exclusivamente femenino que evito a toda costa. A las porristas hay que tenerlas lejos. Esas mujercitas tontas de voz chillona que se refieren a las otras como “amigaaaaa”, “nenaaaa”, “esa morronga”, “esa loba”; que fijan más de la cuenta en pelo, ropa, gordura, maridos, novios y éxito; y que tal vez no siempre den consejos generosos y sinceros. De esas nunca he sido amiga. Y esas son tal vez las que me odian. Pero solo hablo por mi. Por lo que me pasó en el colegio, en mi nuevo lugar y en mi anterior trabajo. No tengo más argumentos, diferentes a que me alejo de muchas con facilidad y que creo que los hombres son más chéveres para parchar que algunas viejas. Así que aclaro que el título es un mero recurso sensacionalista, pues este es un tema que no se presta para generalidades y por eso quiero abrir el espacio para que hombres y mujeres opinen. ¿Las viejas somos una ceba? Tomado de la Web Page de Susana y Elvira Otras columnas de Susana y Elvira en Kienyke. Diez cosas en las que hoy creo (y hace 10 años no)  
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