Lecciones

Sáb, 10/02/2018 - 17:27
Partamos del hecho de que el hombre es el único animal que le importa saber quién es. La capacidad que tiene para comunicarse le permite nombrar las cosas para poder identificarlas. A un perro no le
Partamos del hecho de que el hombre es el único animal que le importa saber quién es. La capacidad que tiene para comunicarse le permite nombrar las cosas para poder identificarlas. A un perro no le importa saber que es un perro, a un gato menos, saber que es un gato. Ese nombre se lo ponemos nosotros, los humanos. La angustia que vivimos se reduce a eso, a perder lo que nos define.  Una tusa amorosa se caracteriza por la cruel inquietud de pensar, ahora quién soy si la otra persona ya no está. Lo mismo pasa en Colombia cuando se habla de poder. El presidente que se libera de la banda presidencial llega a la histeria de pensar que no tiene el poder. Lo que lo obliga a buscarlo así tenga que sembrar los sentimientos que Freud consideró indisolubles en la mente humana, que son el miedo y el odio.  El conflicto que vive Colombia se debe por el desconocimiento del otro. Lo mismo pasa cuando una persona deja de ser viral en redes sociales, los corazones de Instagram envían datos que facilitan conocer preferencias. En muchas cuentas si una imagen no llega a tener el impacto deseado, simplemente la eliminan. Históricamente se ha alimentado la idea de que hay un poder que somete el potencial de los ciudadanos en Colombia y que ahora se ve reflejado en “likes”. El hombre encontró herramientas que le facilitaban su existencia; encontró piedras, palos y fuego para defenderse de los depredadores, alimentos para satisfacer sus necesidades y lo más importante, el lenguaje para formar sociedades. La comunicación le posibilita al hombre acercarse, como pensaban los griegos, a la condición de lo humano. Los candidatos antes de las elecciones nos muestran con su imagen su lado más humano, menos “Timochenko”. El candidato de la Farc actúa de forma errática, torpe y provocadora. Creer que los acuerdos ya “están en marcha” no significa que se olvide el daño que ha generado a tantas familias que todavía no ha reparado. Se le olvida que como animales que somos tenemos la condición de ser conscientes de que vamos a morir. A diferencia de los perros y los gatos que no lo saben, nosotros sí, pero “Timo” por muchos años con un lenguaje violento nos recordó esa condición. Ahora los hechos dicen otra cosa. Tras los linchamientos que ocurrieron en Yumbo y en La Tebaida vimos a un ESMAD humanizado, protegiendo a quien sugería eliminarlo. A Timo hay que recordarle quien es, porque seguramente después de tanto tiempo de estar en el monte lo olvidó, y es el ser que Colombia nunca deseará en ningún cargo público.
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