Las nuevas dinámicas de la política mundial han llevado a los jóvenes a rebelarse ante las instituciones que representan los poderes establecidos y en algunos casos hasta se están rebelando de las propuestas que para algunos se consideraban de vanguardia pero que bajo la óptica actual son experiencias anquilosadas. Todo lo que huela a viejo será señalado como objetivo a derrocar por una sociedad ávida de nuevas formas de gobierno, más horizontal, más participativo y porque no una forma de gobierno libertaria.
En todos los rincones del mundo, las sublevaciones se han hecho escuchar, con tiros en medio oriente o con abrazos en nuestro tercermundista y subdesarrollado Colombia, que contrario a todos los pronósticos se levantó de forma enérgica contra el adefesio que representaba la reforma a la Ley treinta, ojalá alcance la fuerza y la energía para seguir dando la pelea a punta de abrazos y razonamientos, para tumbar la misma Ley que tanto daño le ha causado a la juventud colombiana.
Los indignados se convirtieron en el referente de todos. Jóvenes con mochilas y maletas al hombro tomándose por asalto las plazas públicas, nos hicieron soñar con una revolución a nuestra medida; miles de personas respaldando las movilizaciones y protestas en todo el mundo nos permitieron creer en un mañana lleno de esperanza, parafraseando a Rubén Blades. Hombres y mujeres, codo a codo, se lanzaban a las calles exigiendo cambios de gobierno, reformas educativas, derrocamiento de monarquías, y todos y todas estaban influenciados por el virus de la libertad, aquel virus que duele en demasía a las clases dominantes.
Nuestra Bogotá no se quedo atrás y en octubre ciudadanos de todos los estratos salieron a las calles para darle un voto de confianza a un nueva forma de hacer política, le dieron el respaldo a una propuesta que se la jugó por el amor y la reconciliación, ciudadanos y ciudadanas de forma categórica designaron a Gustavo Petro como el nuevo timonel de la ciudad; como respuesta a cuatro años de mal gobierno; le dieron un no rotundo a la corrupción y de forma tajante le mandaron un mensaje a la clase oligarca de nuestro país diciéndole que la capital no es un fortín de la aristocracia y que por el contrario, en la capital el pensamiento está por encima de la misma doctrina, dando un ejemplo claro de irreverencia a los poderes establecidos y demostrando que el camino es libertario.
Los jóvenes de Bogotá acompañaron la campaña de Gustavo Petro, en su mayoría con los ojos rebosantes de esperanza tras las propuestas ambientalistas, culturales, de derechos humanos y las educativas. No pocos esperaban con ansías que el nacimiento de un nuevo germen libertario floreciera en la ciudad, capital de una nación derrotada por el paramilitarismo y azotada por la cultura de la mafia.
El primero de enero Petro en su discurso de posesión propuso un nuevo camino con metas claras que permiten entrever que está será una Bogotá Humana, por fin. Los asistentes al acto fueron testigos de un nuevo norte político, donde los derechos y las libertades serán defendidas a consta de todo y entre ese grupo de personas emperifolladas estaban algunos de los jóvenes que acompañaron esta apuesta y nuevamente en sus ojos brillo la esperanza de la libertad, en un país que restringe por naturaleza y pisotea los derechos adquiridos, peleados y ganados.
Los jóvenes no están sólo para lanzar las vivas al candidato de turno, o para llevar de forma eufórica las pancartas en las manifestaciones, y mucho menos están solamente para ponerse la camiseta durante las campañas electorales; llegó la hora de transformar la historia y con Petro se han dado visos de empoderamiento de los jóvenes en el terreno de lo público, él mismo en sus discursos anunció que bajo el gobierno progresistas los jóvenes deberían asumir el papel que les corresponde, y no es para nadie un secreto que tras las desbandadas y salidas en falso de los poderes tradicionales, son los jóvenes los llamados a tomar las riendas de un estado que perdió su rumbo.
Esperamos que en este nuevo año, sean los jóvenes los que lideren no solo las protestas sino las reformas administrativas, para así darle un ejemplo de dignidad y responsabilidad a un generación que permitió que la vida y la esperanza se perdiera entre los dedos