Muy campante anda el Partido Liberal; como si nada, diría yo, tras las denuncias de Héctor Zambrano, exsecretario de Salud de la administración Samuel Moreno, y de William Rodríguez, el menor de los capos del Cartel de Cali. Sin duda, un baldado de agua fría que les aguó el baile para celebrar el regreso de una bandera roja a la presidencia del Senado, después de once años.
Hoy sufren de la más grave miopía aun queriendo posar como precursores de la paz, defensores de las víctimas, reformistas, progresistas, estadistas de alto turmequé. No ven lo que no les conviene; ignoran lo evidente: su trapo rojo está salpicado y les falta mucho para vestirlo de gala. No en vano, nuevamente el elefante blanco volvió a atacar al último presidente afiliado al directorio rojo: Samper fue incluido en testimonios de testigos que dan fe de su relación con el narcotráfico y de este con su campaña en 1994. A quien tampoco dejan bien parado dichos testimonios es al actual presidente del Congreso, Juan Fernando Cristo, señalado de participar en el millonario contrato de ambulancias para el Distrito. Y como ñapa, en esta última aparición de testigos tampoco se beneficia a quien será su cabeza de lista al Senado de la República, Horacio Serpa, a quien le reviven el fantasma de Álvaro Gómez Hurtado y traen a colación varias reuniones con familiares del Cartel de Cali. Pero como para no creerlo, siguen campantes y su apetito no cesa, la fila no termina a la espera de nuevos decretos desde Palacio para sus miembros.
En Bogotá, es imposible hablar de los liberales sin pensar en la participación de varios de sus miembros en contratos como el de las ambulancias, en el que cada una tenía costo de bus europeo, y en el desfalco al Hospital de Meissen, cuyos recursos terminaban en lujosos placeres de directivos, cuotas de líderes agitadores del trapo rojo, como para comentar solo algunos.
En Cali, fracasó CALISALUD, que terminó con su liquidación como pasó con la empresa insignia de aseo, Emsirva, aquella que desapareció después de la dirección a cargo del “pupilo” de un entonces concejal liberal. El Dagma se debilitó financieramente después de ser por muchos años la caja menor de un concejal liberal, hoy inhabilitado para ocupar cargos públicos por más de diez años. Y se perdieron unos cheques de la Beneficencia del Valle, hace menos de cinco años, bajo la gerencia de un grupo rojo vallecaucano.
Y hay más: el carrusel de contratos siniestros para Cali como el de la fumigación del suelo contra la hormiga arriera, superior a los $2.000 millones en 2007, ejecutado por la Secretaría de Bienestar Social, dirigida por una distinguida dama liberal, a quien una hormiga le parecía digna de tal inversión. El baile de las fundaciones de papel con irregularidades en la entrega de refrigerios escolares (2008 y 2009), la complicidad de los concejales con la mediocridad oficial, los contratos de prestación de servicios para aceitar la maquinaria y minar la democracia…, y la lista no termina.
Lo cierto es que tanto para los hijos y testigos del antiguo Cartel de Cali, el expresidente liberal será un elefante blanco, otra página penosa de nuestra historia, en la que ellos hoy piden perdón, aunque su financiado se niegue. Para los damnificados en el sur de Bogotá del mal uso de los recursos públicos de uno de sus principales hospitales (Meissen): es cuestión de políticos, esos que siempre ven cada cuatro años, por más esfuerzo de posar como el partido social del país.
De ahí decirle a Simón Gaviria –jefe único del campante partido rojo–, que antes de cantar que el Partido Liberal ha resurgido, tienen que limpiar su bandera roja adentro y afuera de Bogotá. Pueden empezar pidiéndoles perdón a cachacos y caleños por acreditar dirigentes que se han burlado de los colombianos hasta la saciedad.
@josiasfiesco
Miopía Liberal
Mié, 21/08/2013 - 02:06
Muy campante anda el Partido Liberal; como si nada, diría yo, tras las denuncias de Héctor Zambrano, exsecretario de Salud de la administración Samuel Moreno, y de William Rodríguez, el menor de l