Kim Kardashian no aguanto más. Se divorció de Kris Humphries tras 72 días de matrimonio, aunque advirtió que se había casado por amor. De este modo, se suma a la larga lista de uniones efímeras, algunas duran un suspiro mientras pasa la resaca de la pasión y aterrizan en la realidad de la convivencia, otras, justo después de la luna de miel deciden que no, que lo mejor es reempacar regalos y devolver deseos de felicidad y prosperidad. En los tabloides sensacionalistas o secciones de economía se establecen listas de divorcios con su respectivo tiempo de duración (o martirio, según el caso): 10 horas, 22 días, 4 meses, 1 año. Así, como una cuenta de cobro de contables de bolsa se resume la vida conyugal.
No duran nada, aún más si son estrellas de la televisión o de Hollywood, donde todo se reduce al espectáculo: boda, nacimiento de los hijos, vida cotidiana, y claro, el divorcio. Todo es mediático y por tanto irreal: la televisión no refleja la realidad sino que crea una, al igual que el cine, las revistas de farándula o tabloides como Daily Mirror. Incluso en la política (o sobretodo en esta), hace unas semanas se llegó a tazar la foto de Giulia, la hija de Nicolas Sarkozy y Carla Bruni, en miles de Euros. Ningún paparazzi obtuvo la buena nueva de la recién nacida: toda Francia la conoció en rueda de prensa presidencial. Ni los muertos escapan a la cacería: Michael Jackson, Elizabeth Taylor, Jane Lane, Elvis o Hitler, al que se le han hecho y reconstruido mil imágenes de su última instantánea. Imágenes, las revistas colombianas tienen cada semana el pódium de quienes no son tan importantes para ser del Jet Set crillo, pero creen merecer algo más que las etiquetas de las redes sociales.
Y claro, aunque muchos salgan pocos se destacan. Y quienes lo hacen apelan a la exageración, a la caricaturización de sí mismos, a la pomposidad de su cabello o la espontaneidad de sus sonrisas o la originalidad de su corbata. Otros, o más preciso, otras, tan solo necesitan su belleza. Natural o artificial, pero al fin al cabo belleza. Kim Kardashian es bella, bellísima, regodearía en lo obvio al describirla. Y al comentar su divorcio, ¿alguien se acuerda del nombre de su exmarido: Crsi, Krish, Kitch? No lo recuerdo y creo que no soy el único, porque lo importante y lo impactante son el divorcio y la belleza de la estrella de la televisión estadunidense. Las cuentas de los meses o días u horas ya quedan para quienes disfrutan de las estadísticas.
A propósito, leí en una obra de Freud que el escándalo y la magnética atención de quienes devoran revistas de farándula, son una forma de manifestación inconsciente de envidia. Me pregunto, ¿envidia de qué?, ¿de no salir en primera plana, o no poseer una linda sonrisa o un esposo encantador para exhibirlo a las amigas en las sociales?, ¿envidia de separarse sin dar explicaciones a todos y sin fustigarse por el futuro de los hijos? O es simplemente la tirria de que en casa nos espera una esposa o un esposo de carne y hueso, con menos cualidades físicas y más exigencias cotidianas: un matrimonio real. No de horas ni días ni semanas. Ni de instantáneas deslumbrantes. Ni de separaciones fáciles. Ni de 18 millones de dólares por 72 días de casados.