Buenas sumercé. No es un asunto de conocimiento. Hace varios años realicé el correspondiente curso de conducción en una academia de garaje como la mayoría de las que existen en el país. Aparentemente, el curso contaba con horas prácticas y teóricas, pero como todo en esta puñetera vida, el acontecer de sucesos sucumbe ante una fuerza superior e inamovible que crea y destruye planetas llamada Sr. billetín. Y como inicialmente se paga la totalidad del curso, pues uno escoge si va a las susodichas clases o no. Solo fui a la clase de las señales de tránsito; de tal manera que al finalizar el curso y con permiso de conducción en mano, no sabía ni sé aún lo qué es la chumacera, ni mucho menos el chicler, no sé hacer un cambio de aceite y tengo nociones mentales muy básicas de cómo sería cambiar una llanta o qué hacer en caso de que se recaliente el carro.
Mi señor padre ha intentado darme instrucciones fijas y concretas para hacer uso adecuado de su vehículo. Pero la exigua pedagogía en el método de enseñanza y los innumerables madrazos de los que soy objeto cuando hago el cambio con el embrague afuera, me desmotivan a seguir en continuo aprendizaje de tipo mecánico. En repetidas ocasiones soy presa del interrogante: estoy en tercera o cuarta? No puedo diferenciar la posición de la palanca en primera y tercera. Nunca he podido tener un parqueo perfecto al primer intento y necesito a alguien que me diga: hágale, hágale… quiébresela toda.. no, no para el otro lado…no por allá no… sabe qué? Venga yo lo parqueo.
No sé, simplemente no se me dan bien las artes mecánicas. Es algo genético o quizás hormonal. Tan solo soy un hombre simple, sencillo y nada complejo. Solo puedo hacer una cosa a la vez y ese constituye el mayor sino el principal problema. Al manejar, se tiene que estar atento de espejos, cambios, GPS, señales de tránsito, peatones, velocidad y hay que seguir la conversación con la persona de al lado. Simplemente es demasiada información para mí. Por un tiempo intenté manejar montacargas sin obtener resultados positivos. Además mi GPS biológico está en continuo “recalculando”. Confundo fácilmente los puntos cardinales y por una razón que trasciende mi comprensión, perderme es algo natural para mí.
Lo curioso del caso es que todos mis amigos y exnovias tienen carro y manejan. Es como si el día en el colegio en que dieron clase de mecánica y orientación básica, preciso me enfermé o capé clase. Al parecer todos nacieron con el cromosoma que traduce en la proteína que proporciona una ubicación óptima y en una correcta aptitud espacial-mecánica. Pues con una distancia de 100 metros o más, mi papá es capaz de saber exactamente si el carro cabe o no en un espacio determinado de parqueo. Yo digo: pero qué clase de brujería negra es esta?
Afortunadamente, no he tenido ningún accidente hasta el momento. Pero curiosamente cuando mi papá sugiere que lleve a mi mamá en el carro cuando mi papá no puede estar presente; mi mamá opta por indicar de forma diplomática que tomemos mejor el transporte público. Que es más barato y no hay que buscar parqueadero. Pa qué nos complicamos mijo –dice- .
El otro día mi papá me preguntó que cuándo iba a comprar carro. Yo le respondí bizantinamente que estoy de parte del planeta y que no lo necesito en una ciudad tan pequeña como en la que vivo. Lo cierto es que es muy útil para no estar cargando el mercado y para los trabajos que salen fuera de la ciudad. Pero mi ADN y mi sistema inmunológico no la van con motores, cajas de cambio, chumaceras ni tuercas de cualquier tipo. Simplemente… soy así.