Estoy convencido que aunque el Presidente Obama es esencialmente un buen ser humano, bien intencionado, durante su presidencia demostró, en muchas instancias, que aún no estaba lo suficientemente maduro y preparado para conducir a la única superpotencia del mundo, pues lucía un poco inocente en muchas de sus decisiones, y falto de autoridad en otras, como cuando trazó una línea roja al uso de armas químicas en la guerra civil en Siria, pero cuando Al-Assad las usó contra sus enemigos, Obama, lavándose las manos, miró hacia otro lado. También, por ejemplo, prometió cerrar la prisión de Guantánamo, y aún estamos esperando.
Recuerdo que estaba en Holanda en el año 2008 cuando vi con sorpresa como Obama, siendo aún candidato, dio su famoso discurso frente a 200.000 personas en el Tiergarten Park en Berlín, y ante millones de televidentes alrededor del mundo, pues fue recibido por Europa casi que como un presidente en funciones, que entusiasmaba con sus espectaculares discursos llenos de esperanza, y su mensaje de reconciliación y un futuro mejor. Fue obvio que el premio nobel de paz que le otorgaron en el 2009 no era por lo más bien poco que había hecho hasta entonces por la paz, sino por la ilusión que sobre esta despertaba. Pero quizás ese fue su gran problema: se esperaba demasiado de él.
Hasta hace seis meses parecía que Obama iba a pasar a la historia fundamentalmente por el hecho haber sido el primer presidente afrodescendiente de los Estados Unidos, y por poco más. Ya hasta era considerado un presidente sin poder (lame-duck) como suele ocurrir al final de los segundos periodos presidenciales en el país del norte, y hasta su propio partido Demócrata empezaba a darle la espalda, a falta de año y medio de mandato, antes de unas nuevas elecciones en Noviembre del año 2016.
Pero al anuncio trascendental de normalizar las relaciones comerciales y diplomáticas con Cuba, su enemigo en el Caribe, en Diciembre del año pasado, se han sumado ahora tres hechos históricos, ocurridos en apenas cuatro días, durante la que muchos consideran la mejor semana del gobierno de Obama: se confirmó que el presidente puede concluir el tratado de libre comercio de la cuenca del Pacífico TTP (Trans-Pacifc Partnership), en la que no está Colombia, se ratificó el Obamacare, que ofrecerá servicios de salud a millones de personas en situación vulnerable, y se legalizó el matrimonio entre homosexuales. De ñapa, además, hubo un rechazo nacional al uso de la bandera de los estados confederados, usualmente vinculada a la segregación racial, debido al asesinato indiscriminado de nueve afrodescendientes en una Iglesia de Carolina del Sur. Hasta Walmart acogió el llamado y prohibió la venta del a bandera en sus almacenes.
Aunque talvez es muy pronto para evaluar de forma definitiva como juzgará a Obama la historia (no sabemos cómo reaccionaría, por ejemplo, a una invasión frontal Rusa a Ucrania, a un ataque unilateral israelí a Irán, o qué pasará con la reforma migratoria), es seguro que hechos como el Obamacare y el matrimonio homosexual, que tienen un incidencia directa en la vida diaria de millones de ciudadanos, o el final del embargo a Cuba, que podría empezar a liberar a la isla de su dictadura, serán parte del legado histórico con el que se recordará de la presidencia de Barak Obama.
Obama y su legado: seis meses de resurreción
Vie, 17/07/2015 - 12:49
Estoy convencido que aunque el Presidente Obama es esencialmente un buen ser humano, bien intencionado, durante su presidencia demostró, en muchas instancias, que aún no estaba lo suficientemente ma