Hace unos días me encontré con una frase de Fernando Vallejo… eso debió ser porque finalizando octubre era el natalicio de este célebre escritor colombiano… perdón que se volvió mexicano… y a alguien le dio por recopilar algunas de sus más sentidas frases. La que se estrelló conmigo decía : “Colombia es un desastre sin remedio. Máteme a todos los de las FARC, a los paramilitares, los curas, los narcos y los políticos, y el mal sigue: quedan los colombianos."… ¡Virgen del Carmen, Fernando! Fue lo primero que pensé, ¡no somos tan desastrosos! … ¿O sí?
Después de esta leve reflexión, me puse a recordar algunas cosas que les pasan a los colombianos, como por ejemplo, la que está de moda ahorita, la reforma a la salud que preside en el Congreso de la República el ministro Alejandro Gaviria. Hombre de élite él, a quien recuerdo gratamente por su brillante columna en El Espectador, tan brillante que me encandelillaba hasta el dolor de cabeza… cercano él, muy cercano a tesis neoliberales, en donde entre más privada sea la cosa mejor, y a quién, honestamente y desde mi profunda ignorancia, no me imagino haciendo una reforma capaz de solucionar estructuralmente los problemas de fondo del sistema de salud, o mejorando las condiciones del “populacho” o quitándole el negocito a las EPS… que ahora ya no se van a llamar EPS, sino gestoras de salud… la misma mondá con otros privilegios. Mientras tanto en las calles están los médicos protestando. Y en la casa, si se va enfermar, tenga mucha aromática y vaya donde el brujo, porque en el hospital, si sumercé no se muere esperando, se dará cuenta de que la ley del Ibuprofeno, señores, sigue y seguirá siendo nuestra más venerada receta, pero esta vez formulada en hospitales… o mejor dicho, en los botines electorales de gobernadores y alcaldes… En este punto, mi estimado maestro Vallejo, los colombianos no somos un desastre: estamos jodidos con estas élites que nos gobiernan… somos un desastre, claro, cuando vamos a votar por esas mismas élites que nos tienen a punta de aromáticas e ibuprofeno.
Continuando con mis reflexiones y aunque a esta hora ya suene dramático, yo sigo pensando que no somos un desastre, es en serio. Yo sé que tenemos cosas dignas de escribir en un bestseller de comedia, como por ejemplo: un conclave uribista en donde un precandidato a la presidencia necesitaba pagar para que lo aplaudieran y paradójicamente, ese era el que iba punteando en las encuestas, el más reconocido por la gente, así su frase más brillante fuera aquella en la que proponía solucionar el problema de la educación propinándole unos leves electrochoques a los estudiantes… ¡Eso no significa que seamos un desastre!…
Pero ya no más, a estas alturas de la meditación es mejor que dejemos de hablar de política porque eso da pereza, esta claro que político que pueda mandarnos es cualquiera desde que regale un plato de lechona. Pasemos a cosas más cotidianas, cosas que tenemos, como por ejemplo: yo creo que Colombia es uno de los pocos países en donde usted necesita certificar que está vivo. No importa que eso lo haya eliminado una ley antitrámites por allá en el 2012, usted, todavía, tiene que certificar que está vivo. No es suficiente con que usted vaya caminando y respirando, eso para nada demuestra que usted está vivo, porque usted debe saber que en Colombia existen los muertos vivientes… y van, salen de sus tumbas y votan y todo… En serio, no somos un desastre, somos un país tan democrático que hasta los muertos votan y reciben pensiones y hasta se afilian al sistema de salud, porque, no crea usted, los muertos también necesitan un buen sistema de salud, así sus nombres ayuden a engrosar los bolsillos de las EPS.
La lista de reflexiones puede ser interminable: baños públicos en los colegios en donde no hay papel, porque se roban el pedazo de papel; parqueaderos en donde usted paga por la seguridad de su vehículo, pero si estando allí le roban el carro, no es culpa del parqueadero; empresas de telefonía celular que no responden por la señal, si no puede llamar y se le cae la llamada, demalas usted…
En fin. Aún así, yo insisto, no somos un desastre. He visto mujeres en la más absoluta de las pobrezas, huyendo de la violencia, haciendo resistencia a través de la música, a través de aquello que nadie puede arrebatarles: su identidad, su cultura, que se convierten en el último bastión de arraigo sobre el cual reconstruyen su vida. He visto campesinos que a pesar de las adversidades y de todas las trabas que les pone el gobierno, sacan sus cultivos adelante; he visto gente que no pudo llegar a la universidad y resuelve sus problemas mejor de lo que se los resuelve cualquier funcionario profesional que no ha salido de su escritorio y se inventa esa superinteligente política para resolver problemas… he visto, viejos negros, indígenas, mestizos, artistas, sabios que sí conocen como funciona este paìs y van tejiendo solidaridad en medio de la guerra… he visto como, a pesar de todo, se levanta la gente en las regiones a sonreirle a la vida, gente que me ha enseñado profundas lecciones en los pueblos, en los campos, y que me hacen pensar que todavía no somos el desastre con el que el gran Vallejo nos pinta… pero lo que si es cierto, es que somos una sociedad que necesita reconstruirse, repensarse, para ver si algún día es norma general dejar de vivir en el desastre.
@weneardi