¿Por qué no reciclar es un mal negocio para todos?

Mar, 15/10/2013 - 08:19
Así uno no haga nada con su basura salvo ponerla en una gran bolsa negra, alguien va a ganar plata con ella. En caso de no hacer separación de basuras, el beneficiado será alguno de los grandes ope
Así uno no haga nada con su basura salvo ponerla en una gran bolsa negra, alguien va a ganar plata con ella. En caso de no hacer separación de basuras, el beneficiado será alguno de los grandes operadores de aseo que actualmente trabajan en Bogotá. Aunque ellos mismos están obligados por ley a promover el programa Basura Cero, en realidad ese no es su negocio. Durante muchos años sucedió que, a la par que hacían campañas para que la gente reciclara, sus rutas selectivas de reciclaje llevaban entre 10 y 20 toneladas diarias de basura al centro de reciclaje de La Alquería. De estas, servía menos de la mitad. Los recicladores, por su parte, con diferentes grados de informalidad, recolectaban alrededor de 1200. A los grandes operadores les pagan por recoger los desperdicios y llevarlos al relleno de Doña Juana, así que al diablo eso de separación de basuras: en realidad, no separar es lo mejor que uno puede hacer por los operadores. Es posible que si uno lleva a cabo la separación, tal como plantea la UAESP, sienta que no tiene sentido hacerla porque llega el camión y se lleva todas las bolsas. Pero, por cuenta de nuestra desinformación o desinterés, vaya uno a saber, de las cerca de 6300 toneladas que llegan al relleno (7500 toneladas diarias que producimos menos 1200 que recuperan los recicladores), 1200 toneladas son basura que pudo haber sido reciclada en la fuente (casas o lugares de trabajo) y no lo fue. ¿Servirán de algo los comerciales de la tele y las pancartas en los paraderos de bus que empezaron a aparecer apenas hace unas semanas? A quién le sirve No reciclar es un mal negocio a largo plazo. Ya desde hace rato se sabe que el relleno no da abasto para la basura que producimos: 7500 toneladas diarias que, según promotores de reciclaje, equivale a llenar el Campín hasta el tope de basura. Jugar al “entierre y tape” afecta eventualmente fuentes de agua y recursos que, cuando empiecen a escasear –como ya ha empezado a suceder a nivel mundial– encarecerán aún más el costo de la vida. Pero, si queremos ser más concretos, a los recicladores de todo tipo, asociados o no, les sirve que separemos la basura. Olvidémonos por un momento de las grandes compañías de reciclaje, de las cuestiones políticas, del alcalde, de los escándalos de corrupción de la UAESP y enfoquémonos en esta situación: un reciclador frente a un tarro de basura. Limitémonos a cuestiones técnicas. El hecho de hacer la separación en nuestras casas permite que esta persona tenga menos contacto con basura en descomposición, lo cual la expone menos a infecciones de todo tipo. Además, en teoría debería aumentar su productividad: sabe que nada de lo que hay en la bolsa negra le sirve. Y digo “en teoría” porque aun dentro de la bolsa blanca, entre un 40% y 60% de su contenido es basura que no fue separada de manera adecuada en las casas y no se puede reciclar. Mucha gente plantea que aún si hace la separación, el reciclador no se lleva toda la bolsa blanca, solo la esculca y toma lo que más necesita. En este momento solo lo hacen algunas asociaciones de reciclaje (como la Asociación de Recicladores de Bogotá, ARB), bien sea por convenios que han forjado por años, o porque hacen parte de las rutas selectivas de reciclaje establecidas por la UAESP en coordinación con alcaldías locales. Pero un reciclador informal de costal o zorro (carro de tracción humana) no lo hará. Uno tampoco lo haría: no es rentable. Como cualquier negociante, el reciclador debe maximizar sus recursos. Primero que todo, no todos los materiales tienen mercado. El reciclador escoge el material dependiendo de a quién le vende. De las botellas PET (las de plástico de gaseosas de 1.5), por ejemplo, un reciclador prioriza las transparentes, pues las verdes y ámbar no tienen tanta salida. Pero otros materiales presentan situaciones parecidas. Hay unos por los que pagan muy mal, como la plegadiza (el cartón endeble donde, por ejemplo, se guardan las bolsas de té), ¡a $60 el kilo! Lo segundo es que el reciclador cuenta con un espacio muy limitado –un costal, un zorro de 3m2– y debe buscar materiales que, de manera ideal, pesen bastante y ocupen poco espacio. En ese sentido, la recolección de botellas PET no es el mejor negocio: ocupan mucho espacio y no pesan mayor cosa. Por mercado, por volumen y peso, la chatarra es un mejor botín. Supongo que este es uno de los motivos por los que la administración está buscando que los recicladores se asocien: para poder exigirles que su recolección de basura sea completa, no menudeada. Se puede acusar a la administración de cualquier cantidad de falencias: desde la falta de una promoción más agresiva del programa Basura cero, la no inclusión de todos los recicladores –según algunas asociaciones– la improvisación, etc. Pero, antes de esto, valdría la pena revisar nuestra caneca de basura. Hacerlo afectaría directamente a personas que se encargan del reciclaje.    
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