A veces nos llenamos de incertidumbre frente a la crianza de los hijos. Tenemos un afán inmenso por darles lo mejor posible y por suplir sus necesidades. Nos sentimos desubicados, impacientes y hasta perdidos porque no queremos fallarles. Pero tenemos excelentes noticias: el secreto está en amarnos entre los padres, eso es lo mejor que podemos hacer por los hijos. Los niños no necesitan grandes y lujosos regalos, clases extracurriculares, estudiar en los más prestigiosos colegios o relacionarse con la clase innata de la ciudad. Requieren ver que sus padres se quieren y se respetan. ¡Nada más!
A veces nos quemamos las pestañas, diseñando métodos de crianza que nos garanticen hijos amorosos y obedientes, pero lo que deberíamos saber TODOS los padres es que el ejemplo no es la mejor manera de conseguirlo, es la única. Si en casa logramos un ambiente tranquilo y armonioso, seguramente ellos aprenderán a vivir de esa manera. Si por el contrario, los formamos a través de gritos, violencia e irrespeto, también con seguridad, pensarán que es lo correcto. Pero sin lugar a dudas, lo que más lo va a marcar es la relación entre sus padres.
Cuando existe la posibilidad de proporcionarles un hogar donde mamá y papá convivan cariñosamente, no lo duden, será definitivo para ellos. Los niños ven en sus padres a sus referentes para la vida. De la manera como ellos vean que se tratan, de igual forma se relacionaran con su sexo opuesto, con sus amigos, con sus profesores, y al ser adultos con quienes serán sus esposas y esposos respectivamente.Si definitivamente la relación no se dio, no funcionó y fue imposible mantenerla, los padres separados también tienen la obligación de ser los mejores amigos, los mejores cómplices en ese asunto en común: sus hijos. Deben llegar a acuerdos inquebrantables y evitar hablar del otro. Deben apoyarse y mantener una comunicación permanente, porque los hijos deben entender que pese a la situación, no perdieron a sus padres y que siguen siendo un equipo que trabaja unido para sacarlos adelante. Es hora de creernos de verdad el cuento de que somos trascendentales en la vida de nuestros hijos. No somos simples proveedores, poseedores de la verdad e impositores de reglas. Tenemos la más grande responsabilidad: formar buenas personas. Nadie ni nada puede reemplazar nuestra tarea. Y en la medida en que compartamos ese encargo con el compañero o compañera que escogimos para la vida, será mucho más llevadero. ÁMENSE PAPÁS, ESE ES EL MEJOR AMOR QUE PODEMOS ENSEÑAR A NUESTROS HIJOS. Mario G. Valdivieso C. @GrupoValdivieso @mariovalca @javalca2 #CompromisoHumano