En Colombia nos hemos acostumbrado a oír gran cantidad de afirmaciones preocupantes por parte de las figuras públicas-políticas que luego salen a ofrecer disculpas, fingen demencia, se desentienden del tema, o en el peor de los casos, se ofenden y responden con más afirmaciones soeces o indignantes. Para colocar el ejemplo claro, hace 2 años el entonces director de RCN Radio y ex vicepresidente Francisco Santos, dijo con toda la convicción posible que había que aplicar la Ley de seguridad ciudadana aplicando electrochoques a los estudiantes que se manifestaban contra la Reforma a la Ley 30.
Esa vez se disculpó y a nadie convenció. Más reciente, y por parte del mismo personaje, ante la restitución de la personería jurídica de la Unión Patriótica declaró que “la Unión Patriótica es parte de una manera de hacer política de las FARC en la que por un lado tienen los fusiles y por otro lado la política”. Por ese motivo será demandado por los delitos de injuria y calumnia, apología al genocidio y persecución política.
Para continuar expondré un tercer caso, el de otro Santos, pero esta vez el Presidente Juan Manuel, quien la semana pasada aseguró que no es necesaria la presencia de la Alta Comisionada para los DD.HH de la ONU porque según su argumentación, que siempre me ha parecido circular, en Colombia ya existen garantías para la protección de los Derechos humanos. Estas declaraciones provocaron que cientos de ONG colombianas, del mundo y miles de víctimas expresaran su rechazo y la necesidad de la permanencia de la oficina en Colombia. En el marco de estas actividades, una mujer barranquillera, llamada Marta Díaz y quien trabaja con familias de las víctimas de las ejecuciones extrajudiciales conocidas como “falsos positivos” aseverara con fuerza y mucha indignación “¿Será que él (Presidente Santos) no va a las regiones? O, ¿será que no quiere entender que los paracos se volvieron a parar? Están ahora más fuertes que nunca y las regiones todas tenemos riesgo. En las regiones ya no se puede vivir porque la inseguridad es tremenda. ¡No sé qué es lo que a él le está pasando! O ¿Qué es lo que él ve?”
Sus palabras provocaron este texto: La respuesta es sí, el Presidente Santos debe conocer de las constantes violaciones de los DDHH en Colombia, del fortalecimiento del paramilitarismo, del robo de las regalías, del negocio de las EPS, de la privatización de la educación, la impunidad, la continuación de las desapariciones forzadas, el robo del dinero público y las implicaciones de legislaciones cómo la Reforma a la justicia, la tributaria, al fuero penal militar y a la salud.
Además de ser político, periodista y economista, cualquier hombre occidental que llegue a la presidencia de su país sabe leer, y él mensualmente recibe cientos de informes de diversas organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, viaja por el país, conoce los testimonios de las víctimas, lee las denuncias de las organizaciones sociales y de derechos humanos, tiene el resumen de las plenarias del Congreso dónde se expone la grave problemática de la violencia sexual, la crisis carcelaria y el costo de la canasta familiar, entre otros.
Entonces, ¿Cómo se puede creer que el Presidente Santos (y en general todo el gobierno nacional) no conozca lo sucede en el país? No es posible. ¿Cómo explicar las declaraciones de Francisco Santos de hace dos años y de hace dos semanas? Sencillo: ¡No los creamos tan pendejos! Nosotros, los colombianos del común, de las calles, del campo, no podemos justificar a nuestros dirigentes bajo etiquetas de idiotez, estupidez, ignorancia, desconocimiento, locura, bobería o payasada. Las declaraciones y acciones de estas figuras públicas-políticas no son producto de un lapsus o una inconsciencia.
Algunas personas podrán decir, “Pero, ¿Cómo así? Si los dirigentes de esta patria, quienes están en las sillas del congreso, en los partidos políticos, saben lo que pasa en el país, ¿Por qué insisten en negarlo? ¿Por qué dicen lo que dicen y hacen lo que hacen?” He ahí el punto del asunto: Cuestionémonos ¿Cuáles son las apuestas de vida de estas personas? ¿Cuáles son sus intereses? ¿Cómo se relacionan entre ellos, con las empresas privadas, con el capital extranjero, con el narcotráfico y con el paramilitarismo? ¿Cómo se benefician con el conflicto armado? ¿Les importa el conflicto social? ¿Conocen el hambre? ¿Conocen el exilio, el de verdad, no el de hoteles cinco estrellas y comida pagada?
Se podría escribir todo un tratado de “Las mil preguntas sobre los intereses de las figuras públicas-políticas para maquillar la realidad” (titulo patentado-propiedad de quien escribe). Pero para ir concluyendo esta entrega, de la que seguramente escribiré en otra ocasión, reitero la premisa: ¡No los creamos tan pendejos! Interroguemos que hay detrás de cada una de esas acciones y afirmaciones que nos parecen sacadas de la ficción pero cuyas consecuencias son tan reales como la tortura, la estigmatización, la violencia y la misma muerte.
¿Qué es lo que Santos ve?
Sáb, 27/07/2013 - 01:00
En Colombia nos hemos acostumbrado a oír gran cantidad de afirmaciones preocupantes por parte de las figuras públicas-políticas que luego salen a ofrecer disculpas, fingen demencia, se desentienden