Qué soy cuando no Instagram?

Mié, 22/10/2014 - 04:10
El mundo se volvió pequeño, muy pequeño, tan pequeño como una pantalla de teléfono celular. Y es que esa es nuestra realidad. Se acabaron los días en los que nos importaba lo que le pasaba al ve
El mundo se volvió pequeño, muy pequeño, tan pequeño como una pantalla de teléfono celular. Y es que esa es nuestra realidad. Se acabaron los días en los que nos importaba lo que le pasaba al vecino. Ahora lo que nos importa es la foto que subió Taylor Swift a Instagram. Tampoco es tan relevante la gripa del primo Fernando, ahora lo que ocupa nuestra completa atención es el estado en Twitter de Ellen Degeneres. “Ser alguien” se mide por el número de seguidores en las redes sociales. Lo vemos a diario en los gimnasios, en las oficinas, en los parques y ni hablar de los aeropuertos. El sistema panóptico, que nos propone que el interior de una estructura puede ser vista desde un punto exterior y de esa forma estar en constante vigilancia, diseñada por Bentham y que luego haría mas amplio Foucault funciona a la perfección. ¿Qué significa todo eso que estoy escribiendo y para qué diablos sirve? Pues vamos a hacerlo más fácil. Estoy escribiendo sobre la necesidad de ser vistos en internet. Me mato en el gimnasio, salgo a correr en las mañanas y de repente me encuentro haciendo abdominales en la noche para poder subir una foto a Facebook en la que se vea mi abdomen marcado. Es ridículo, en el momento que me di cuenta de eso tuve una pequeña crisis nerviosa que se solucionó con una hamburguesa de Burguer King, más ridículo aún. Con todo eso, fue inevitable pensar si las cosas que hago las hago por los demás o por mí. Nunca me ha hecho falta tener un cuerpo esculpido, he tenido buen sexo sin un pecho inflado. Tampoco me ha hecho falta mostrar los libros que leo para demostrar que sé algunas cosas. Pero lo sigo haciendo. Mis cuentas están abarrotadas de fotografías que me enorgullecen porque con ellas muestro el resultado de mi esfuerzo que debería ser muy personal. Es lo que hay, si funciona o no es irrelevante. Las ganas de tener likes nos lleva a límites insospechados. Claro que no es malo, es lo que define nuestra era. La superficialidad se toma cada espacio de nuestras vidas y es maravilloso ver la forma en la que muchas personas intentamos ser mejores solo en busca de la admiración de los demás. Ya lo decía Oscar Wilde cuando aseguraba que la función de la juventud es ser tan artificial como sea posible. Es la regla que nos mide y con la que fuimos diseñados. El panorama es repetitivo. Lo nuevo es lo que me molesta y que seguramente también le moleste a usted. Ya estoy cansado de leer cosas como esas, o como estas. Lo molesto es el artificio sugestivo de pretender hacer el ridículo de una manera disonante. Lo molesto es tener que leer en Facebook estado de enamoradas con mala ortografía. Lo molesto es ver imágenes de esas que en letra bonita tienen una frase célebre de algún escritor o cualquiera y ni si quiera saben quién era. Lo molesto es que un azafata o azafato se la pase publicando la ciudad en donde está cada dos días si todos sabemos que en realidad se baja del avión para volver a montarse en otro. Lo molesto es esa deshonestidad que creemos disfrazar a la perfección cuando lo único que queda visible es el ridículo, la farsa y la mala trama. Lo molesto es la publicidad en Youtube. Lo molesto es que celebre que ya son 3000 seguidores los que acumula cuando se la pasa rogando que lo sigan. Lo molesto son los mensajes privados pidiendo likes. Lo molesto es la cara de sexy que pone en las fotos cuando en realidad no funciona. Lo molesto es que la mitad de las fotos que sube sean de su cara y con el baño de fondo. Lo molesto es que no es nadie y yo tampoco y debemos entenderlo. Si todo empezó como un juego, ahora queda sobre entendido que los ganadores son los menos falsos. No necesitamos parecer supermodelos para subir una foto bonita y tampoco ultramillonarios para fotografiar un paisaje. En realidad no necesitamos tomarnos una foto en el gimnasio para que una sonrisa nuestra iluminé nuestro Instagram ni hace falta fotografiar la entrada al concierto de Beyoncé cuando podemos subir una foto del gato del edificio. No hace falta ser quien no somos para creer lo que no tenemos. Internet está ahí y es olvidado cada vez con mayor frecuencia. Lo que nos debemos a nosotros mismos es honestidad. Entender que no es una competencia, es un placer. Miro mi perfil y empiezo a borrar fotos porque no dicen nada, ni de mí, ni de mi mundo, ni de mi realidad. Quieren honestidad? Yo soy delgado, leo un libro y es todo lo que hago. Más allá, mi normalidad puede perfectamente superar la suya, o no. @yamidzuluaga   PicsArt_1413555146611  
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