¿Realmente quiere ser el empleado del mes?

Sáb, 10/08/2013 - 01:06
“Es una ilusión pensar que cuanto más activo uno se vuelva, más libre se es”.
Byung-Chul Han

“Es una ilusión pensar que cuanto más activo uno se vuelva, más libre se es”.

Byung-Chul Han

¿Qué es la sociedad del cansancio?

La sociedad del cansancio (Herder, 2012) es un breve libro del filósofo coreano, educado en Alemania, Byung-Chul Han, en el que reflexiona sobre lo que sucede con la sociedad, con el ser humano, cuando se reduce sólo al trabajo, al rendimiento y la actividad. Una sociedad en la que todo es hiperbólico: la riqueza, los libros, el despilfarro, lo superfluo, el conocimiento, la estupidez y la ignorancia. Pero efímera e intrascendente. Desacralizada. Habitada, según Han, por dos tipos de seres humanos: los que reducen su vida al trabajo productivo, y los demás, los que están al margen, la mayoría de nosotros, los “muertos vivientes”. Una sociedad en la que la facilidad y rapidez de la comunicación, y el exceso de información y conocimiento pueden ser nocivos. Destino de la muchedumbre solitaria que trabaja y acumula hasta el agotamiento. Que ha perdido la capacidad de pensar y contemplar el mundo. De estar en silencio. ¿Realmente quiere ser el empleado del mes? Es común, en algunos restaurantes de comidas rápidas, ver la foto de un personaje feliz, con un pie de foto con su nombre y el lema: “El empleado del mes”. Imagino que este hombre fue el más esforzado, el que “sudó la gota gorda”, el que regaló días y noches enteras de su vida para que la empresa obtuviera más rendimientos. Un ejemplo a seguir. Alguien de quién sentirse orgulloso. Como uno de esos empleados, mencionado por Günter Wallraff en una de sus crónicas, que trabaja en turnos hasta de catorce horas en Starbucks, sonríe todo el tiempo y se siente socio de la compañía. Para el filósofo Han este tipo de enfermos de la sociedad del rendimiento pueden ser personas depresivas y fracasadas, debido al exceso de positividad que generan: quieren ser los mejor trabajadores, puntuales, eficientes, pendientes de todo al mismo tiempo, sobre informados, buenos en todo, con muchos amigos, felices, bellos y perfectos. Si no me creen, miren las fotos. Irónicamente, las personas de las sociedades capitalistas se muestran como si fueran felices. Para Han, no obstante, la filosofía evidencia otra cosa. Queremos rendir más, trabajar más, consumir más, producir más. El resultado: una sociedad de personas agotadas y enfermas, víctimas del dopaje, el alcohol, las drogas, las dietas, las redes sociales, las cirugías estéticas, el estrés y las enfermedades mentales. Estrés metabólico, Kienyke ¿No estamos, ya, realmente agotados de todos estos excesos? Lance Armstrong fue un héroe. Se coronó campeón de siete Tours de Francia. Sin embargo, se le acusó de dopaje y le anularon todos los resultados que obtuvo desde 1998 hasta hoy. Aparte de Armstrong, ¿cuántos ciclistas se han dopado en búsqueda de un mayor rendimiento? Después de Pamela Anderson, ¿cuántas mujeres en el mundo se pusieron senos falsos? ¿Cuántas actrices de Hollywood son adictas al botox? Hay adolescentes que se transformaron en Barbie dolls para sentirse diferentes. Celebridades como Jocelyn Wildenstein desfiguraron su rostro a punta de cirugías plásticas. ¿Cuántas mujeres han muerto persiguiendo la belleza? Me apabulla la desmesura de la sociedad actual. El exceso de información, modas, estereotipos y estilos de vida reproduce de muchas maneras los imperativos de cambio que, al imponer el deseo sistemático de transformar constantemente la vida que se tiene, genera personas insatisfechas. Creo, no obstante, que la mayoría de cosas que nos invitan a ser diferentes o mejores de lo que somos son ilusión. La consecuencia de creer que uno se está perdiendo de algo que los demás consumen, de suponer que el pasto es más verde al otro lado, menos en el patio de uno, produce depresión, estrés o, como dice Han, cansancio. Agotamiento crónico. Siempre se puede vivir la vida sin tanto estruendo. ¿En qué momento nos jodimos? La relación entre las enfermedades de moda y la eficiencia es bastante estrecha. El colon irritable y la migraña puede que tengan su origen en los malos hábitos. Como la adicción a la cocaína en el exceso de trabajo o el alcoholismo en la insatisfacción. Sin embargo, la sociedad que hemos construido, la del mercado sin reglas y el consumo neurótico, también es responsable de nuestras miserias. Décadas atrás las enfermedades eran otras. Byung-Chul Han establece diferencias entre la sociedad disciplinaria de antaño que necesitaba policías y psiquiatras, y la sociedad del rendimiento actual, urgida de psicólogos y terapistas. La sociedad disciplinaria, dice el filósofo, generaba criminales y locos, mientras que la sociedad del rendimiento produce depresivos y fracasados. Pero no se crean, “el poder no anula el deber. El sujeto de rendimiento sigue disciplinado”. En otras palabras, estamos jodidos, como decía Zavalita, el periodista de Conversación en la catedral. La sociedad del rendimiento basa su funcionamiento en la producción, el consumo y el ocio. Su fin es generar riqueza. Inventó al emprendedor: alguien ocupado en su propia ambición y, en apariencia, libre. “Libre del dominio externo que lo obligue a trabajar o incluso lo explote”. Dueño y soberano de sí mismo. Alguien lleno de ocupaciones, pero con poco tiempo para la vida, angustiado. Un animal trabajador. Paradójicamente, como dice Han, la sociedad del trabajo y el rendimiento no es ninguna sociedad libre, porque produce nuevas obligaciones. El pensamiento de Han está orientado a mostrar cómo las sociedades contemporáneas perdieron de vista la posibilidad de construir espacios de reflexión, juego y contemplación, ajenos al trabajo. ¿Insatisfecho? La sociedad del rendimiento, como sociedad activa, se está convirtiendo paulatinamente en una sociedad del dopaje, el bisturí y las apariencias. Si uno está gordo, quiere ser flaco. Si la muchacha tiene las tetas pequeñas, quiere unas grandes de silicona. Si uno anda mal vestido, quiere estar a la moda. ¡Tú puedes! ¡Haz dieta! ¡Sé bella! ¡Sé saludable! ¡Sé eficiente! ¡Gana! ¡Destapa tu felicidad! ¡Sólo hazlo! Para ponerlo en términos de Han, todo este “exceso de positividad” es problemático. La manera inocente y amistosa como este tipo de información llega a las personas es, en apariencia, no violenta. Justamente por esta razón, este exceso de positividad “permite la formación de nuevas formas de violencia” que no provienen de fuera del individuo, sino del individuo mismo:  depresión, trastorno por déficit de atención con hiperactividad, síndrome de desgaste ocupacional afligen al animal laborans contemporáneo. Este tipo de hombre “se explota a sí mismo, a saber: voluntariamente, sin coacción alguna”. Paradójicamente, el imperativo filosófico y poético de Rilke “has de cambiar tu vida”, en vez de orientar al ser humano hacia su perfeccionamiento y autorrealización, lo ha convertido en esclavo de sí mismo. Sin ir más lejos, mis males del cuerpo, mi estrés, mis músculos torcidos los atribuyo a esas causas. También podrían nombrarme el empleado del mes.
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