Reforma urbana del CAN: antidemocracia y atraso

Lun, 30/11/2015 - 06:48
Desde el 2012, con la creación de la Empresa Nacional de Renovación Urbana Virgilio Barco, se viene hablando del proyecto urbanístico más grande de los últimos tiempos en la capital. Se trata de
Desde el 2012, con la creación de la Empresa Nacional de Renovación Urbana Virgilio Barco, se viene hablando del proyecto urbanístico más grande de los últimos tiempos en la capital. Se trata de la Reforma Urbana del CAN, proyecto avaluado en más de 12 billones de pesos, ¡casi el presupuesto del distrito en un año! Este proyecto tiene lugar en el centro geográfico de la ciudad, parte de la localidad de Teusaquillo, lugar estratégico y altamente atractivo para el capital inmobiliario. Este proyecto, que pudiera creerse de desarrollo, busca adecuar la ciudad a los grandes negocios trasnacionales, vulnerando los derechos de los bogotanos. Por un lado, pretende quitarle 30 hectáreas al Parque Metropolitano Simón Bolívar, que tiene características, fauna y flora de un humedal. En una ciudad en la que las zonas verdes brillan por su ausencia, esta propuesta no deja de ser más que un exabrupto. El negociado urbano del CAN, para que sea rentable, debe quitarle predios a la Universidad Nacional de Colombia. Además de usurpar las residencias Camilo Torres y el Uriel Gutiérrez, el Proyecto pretende impedir que el Hospital de la Universidad Nacional se haga realidad. Allí, en el corazón del CAN, la Universidad ha invertido mucho dinero con el objetivo de dotarse con un hospital para sus estudiantes y, además, dotar al distrito de camas, hoy deficitarias. Sin embargo, el análisis inmobiliario dictamina que no es rentable un Hospital, pero sí hoteles o viviendas de lujo. ¡Todo un absurdo! Por último, el Proyecto CAN afectará irremediablemente la tranquilidad y la calidad de vida de los habitantes del sector (La Esmeralda y Salitre El Greco). Inicialmente incluidos en el proyecto arrasador, los barrios fueron excluidos por la organización y movilización democrática de sus habitantes. Sin embargo, no es extraño que sigan dentro de los planes del capital inmobiliario. Ya vimos cómo Peñalosa –el afamado alcalde electo– hablaba de expropiación (¡!) y “redesarrollo” en estos barrios. El Proyecto CAN tampoco es desarrollo en la medida que no responde a la necesarísima planeación urbana. El móvil es el negocio con la renta del suelo, que en este caso, y en muchos otros, no es equivalente a las necesidades urbanas de la ciudad y sus habitantes. Es, de hecho, lo que ha impedido el desarrollo urbano de la ciudad. Asimismo, no puede considerarse que este Proyecto busque desarrollar la ciudad pues responde a la adecuación urbana de Bogotá al modelo económico de burbuja del país (antes minero-energética, ahora de infraestructura). Es la adecuación de la capital a ser un nicho de servicios y de especulación; todo lo contrario a una ciudad de un país desarrollado, con un aparato productivo sofisticado, industrial y agrario, con amplias oportunidades para sus ciudadanos. Una renovación urbana para el atraso. Una renovación hecha por Santos y Vargas Lleras, y con la connivencia de la administración Petro en su POT fallido, a la medida de Sarmiento Angulo. Pero no todo son malas noticias. La comunidad universitaria, estudiantes y profesores, la comunidad de los barrios, a través de sus JAC, y la comunidad de Teusaquillo, a través de Asovecinos, ya se han unido en la Mesa por el Derecho a la Ciudad y al Territorio. Solo la organización democrática, acompañada de movilización civilista, podrá detener los negociados urbanísticos contrarios a los derechos ciudadanos.
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