I wonder about the tears in children's eyes And I wonder about the soldier that dies
Con veinte meses de retraso llega a Colombia el documental “Looking for Sugar Man" (Buscando a Sugar Man). Esta extraordinaria historia cuenta el drama del poeta y músico de descendencia latina, llamado Sixto Rodríguez, que se gastó la mayor parte de su vida trabajando como obrero apilando ladrillos y tumbando casas en los barrios pobres del centro de Detroit, sin saber que a 15000 kilómetros de distancia, en Sudáfrica, era un ícono contestatario al mejor estilo de Bob Dylan, y sus canciones representaban el himno anti-apartheid de los afrikáners (blancos descendientes de holandeses) hastiados de la segregación y el puritanismo calvinista imperante en el entonces aislado país.I wonder how many times you had sex, And I wonder do you know who'll be next; I wonder I wonder, I do
Rodríguez grabó dos discos entre 1970 y 1971, que incluían sus canciones insignia Sugar Man y I Wonder, sin ningún éxito en los Estados Unidos y un modesto reconocimiento en Australia. Sin embargo, y pese a las estrictas restricciones impuestas por el régimen sudafricano, que por ejemplo retrasó la llegada de la televisión hasta 1975 (si, 21 años después de Colombia), algunas copias de los discos lograron llegar inicialmente de contrabando a medios radiales, para después convertirse en un suceso musical, político y comercial: 500.000 copias vendidas lo catapultaron a ser “más famoso que Elvis”, según cuenta Stephen "Sugar" Segerman, quien en 1997 y junto a Craig Bartholomew Strydom empezó la búsqueda de Sixto en el recién masificado internet y cambió la vida de este músico, cuando ya su historia se convertía en una derrota aceptada.I wonder about the love you can't find and I wonder about the loneliness that's mine
Aunque Rodríguez abandonó su primer intento por convertirse en músico profesional, la letra de sus canciones expresaban las necesidades y frustraciones sociales y políticas de la clase obrera de su tiempo y lugar. Causas que aún defiende con vehemencia, y que lo llevaron no solo a graduarse en Filosofía en 1981 de la Wayne State University, sino también a perseguir una carrera política intentando dos veces, sin éxito, llegar a la alcaldía de Detroit y una a su Concejo. Mientras Sixto construía paredes ladrillo a ladrillo, el mito urbano se edificaba entorno a su desaparición de la vida pública, y alcanzaba niveles dramáticos en la Sudáfrica aislada del mundo: la leyenda acerca de su muerte contaba de un ataque depresivo en pleno concierto que lo llevo a empaparse en gasolina y prenderse fuego en frente de un horrorizado público.I wonder how much going have you got And I wonder about your friends that are not
Un email de Segerman 1998 a una de sus hijas, no solo encontró a Sixto vivo, sino que inició una larga cadena de eventos que trajeron de nuevo a la vida la música de este artista injustamente olvidado, y lo llevaron de gira a donde era ídolo: seis conciertos con estadio lleno, excedieron las expectativas de Segerman y los productores quienes convirtieron a Rodríguez en un asiduo visitante a la tierra de Mandela. En el año 2007 Malik Bendjelloul, un documentalista sueco, andaba de back-packing por Sudáfrica buscando historias para sus producciones. Por esas casualidades de la vida, estando en Cape Town, se encuentra con Segerman quien le comparte la sorprendente historia de Sixto: Malik acababa de encontrar lo que buscaba. Lo que inicialmente planearon como un documental para televisión de media hora se convirtió en un proyecto ganador del Oscar de este año.I wonder how many times you’ve been had And I wonder how many plans have gone bad
El año pasado yo descubrí este documental por casualidad mientras viajaba de Lima a Houston, y en Octubre tuve la oportunidad de verlo en vivo en concierto en el House of Blues. A este hombre menudo y de apariencia frágil (como se ve en la foto adjunta del N.Y. Times), se le ve la vida reflejada en la cara. La muerte temprana de su madre cuando apenas tenía 3 años, lo obligo a crecer en un orfanato ante el abandono voluntario de su padre. En el escenario, vestido siempre de negro, no se despega del micrófono, en parte porque su visión es muy limitada (es legalmente ciego) y en parte porque lo de él es solo cantar. Habla poco entre canciones y lo poco que dice se refiere siempre a su natal Detroit y al bajo mundo en el que se crío y habitó la mayor parte de su vida. Aunque no refleja ningún resentimiento, se nota que ha perdonado, pero no ha olvidado. Su historia, su música, y sus odios y amores urbanos se compactan maravillosamente en su voz y su guitarra, que complementa con su puesta en escena monocromática y a veces triste, como diciendo “la vida, muy al final, me ha perdonado”.I wonder will this hatred ever end I wonder and worry my friend; I wonder, I wonder, don't you?