Los actuales directores de los Partidos Liberal, Cambio Radical y de la Unidad Nacional, respectivamente, tienen un solo cuerpo que los une y un aparente ser que los separa de sus grandes personalidades y cualidades como herederos políticos. Cada uno, ha contado, fuera de la suerte, con la fortuna de triunfar sin los contratiempos propios y que les son exigibles a otros cuando de participar en política se refiere.
Nada más estimulante para la democracia cuando el amanecer trae consigo credenciales de protagonistas de la talla de los principales representantes de estas organizaciones, con capacidades únicas para acertar, dudar, errar, estimular, contrariar y de convencer a quienes sigan y respalden el espacio donde hoy mueven sus aspiraciones.
A Simón Gaviria, se le recuerda, y aún así se le sigue recordando, como el hijo de el expresidente y exsecretario de la OEA Cesar Gaviria, donde pasó de inadvertido junto a su hermana Maria Paz en los tiempos de la apertura económica, los últimos días de Pablo Escobar, la Asamblea Nacional Constituyente y de otros hechos de los que no se alcanzan a detallar por cuestión de espacio.
Como actual representante a la cámara –que por cierto es el más absentista-, ha sido el intérprete de múltiples encuentros y desaforados términos por su exigua experiencia y torpeza para interpretar lo real de la ficción y lo prudente de lo maduro. Y sigue siendo más incoherente para su comportamiento, cuando saca a relucir su condenada situación de insistir en la dirección del partido liberal, gracias a la desfachatez con que muchos miembros de esa colectividad persisten en elogiarlo, mantenerlo y endosarle una continuidad que vale más por los intereses del reacomodo y no por la necesitada renovación que tanto necesita esa colectividad. Y a pesar de todo, su padre, intenta moldear un perfil en el que difícilmente encaja, quien con su naturaleza no podría llegar a contar con el mismo destino con que existió tal designación en los tiempos de Juan Manuel Galán y sus lágrimas en el cementerio central. Sin embargo no se le puede negar su iniciativa legislativa de la Ley de primer empleo para los jóvenes y en las que hoy las empresas se han negado a cumplir, y en las que ni el mismo ministro inexistente del trabajo quiere abordar y exigir como jefe de esa cartera.
Carlos Fernando Galán, hijo del desaparecido y asesinado líder Luis Carlos Galán, ha sido uno de los más privilegiados, por razón del dolor, del recuerdo y la consideración humana de un país que sigue pagando el precio de un magnicidio que todavía no tiene a los verdaderos autores intelectuales y materiales en su totalidad, salvo al patrón del mal y el de otros de los que todavía se tienen dudas, y en las que ha brillado más el ruido y en el que son pocas las nueces que se han recogido.
Como concejal, aspirante a la alcaldía de Bogotá, secretario para la transparencia en el Gobierno Santos y como reinante director de CR, se ha ganado la confianza de algunos y el odio de otros. Cuando se le pregunta de los errores frente a los avales entregados a los gobernadores, concejales, diputados, senadores y representantes que han sido investigados y ya condenados por peculado y parapolítica, simplemente se limita a contradecir su inocencia y a debatirse entre lo que pudo haber hecho la dirección colegiada y lo realizado por el secretario general del mismo partido en ese entonces, sin que éste se percate que el país conoce realmente que quien ha sido el determinador de todo el andamiaje y el fracaso del ingreso de estas personalidades “ilustres” y sus consecuentes problemas, es el mismo que a la fecha en la sombra a gobernado y a contado con la aquiescencia de quienes aspiran tenerlo después de que termine el actual gobierno.
Galán Pachón, es un buen muchacho, elegante, estudioso y acucioso, con un capital político envidiable y admirable, muy a pesar del crepúsculo perpetuo que lo acompaña por ser hijo de Galán, y que ha sabido desempeñar y aprovechar con inteligencia junto a sus hermanitos. Pero lo más difícil y quizás más perjudicial para su carrera, es tratar de ocultar lo que muchos ya saben e intentando arroparse con ese establecimiento silencioso y acomodado que recibe su premio como muestra de la gratitud y de la lealtad. Valiente su padre que murió por denunciar lo que él no se atreve a denunciar por temor a no seguir en el peldaño que sigue. Y le seguimos preguntando: ¿Cambio Radical otorgará avales a los hijos de los condenados por parapolítica? Todavía no responde.
Y en el otro lado, está Sergio Diaz-Granados, hijo de José Ignacio Diaz-Granados Alzamora, quien fue presidente del congreso, ministro de salud y gobernador. Diaz-Granados Guida, como concejal, diputado, representante a la cámara, viceministro, director de la anato y ministro de comercio, ha demostrado para que ésta hecho el poder, como se puede conquistar y como se logra mantener en el. Frente a Gaviria y Galán, ha sido el que menos ha dado de que hablar como dirigente, porque se desliga de lo que los otros están ligados frente a los lentes televisivos y micrófonos, y se ha preocupado más por dar resultados y cifras en su tranquila personalidad, mezclándose entre lo técnico y lo político, resultando para unos y para otros una gran contribución al estilo que tanto deseó Juan Manuel Santos como presidente y así le disguste al senador Benetti. Su principal tesoro y respaldo es su trabajo en la aprobación de los TLC con EE.UU., Unión Europea y Asia, sumándole que le espera una labor titánica en tratar de unificar a la U, rescatarle la credibilidad a la desgastada prosperidad económica y reelegirla.
La gran afinidad de los tres, es que son de la casa liberal, unos Turbayistas-Santistas, otros Lleristas, Galanistas-Gaviristas, a la inversa y en sentido contrario. Y que han desfilado entre las distintas vertientes sin perder la esencia que los caracteriza y de las que se han beneficiado. Son liberales, éste lloviendo y tronando dentro del partido liberal, así todos estén en bandos distintos y con nombres diferentes.
Como dice un veterano de la vieja guardia liberal cuando va a votar el día de las elecciones: “voto liberal, pero veo un muñecón de carnaval con tres cabezas que muchas veces me confunde y no me ayuda a definir mi decisión.”
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La batalla del expresidente Pastrana frente al 8000 mil ya ha perdido vigencia en un país que se complace en el delito y que con su memoria selectiva solo se acuerda cuando llegan las elecciones. ¿Qué haremos con los expresidentes? Recójanse! @JorgePerezSolan