Un viaje que cambió mi vida

Jue, 24/05/2018 - 11:07
Conocer la vida salvaje de cerca siempre me apasionó, era un tema que movía mi corazón, por la adrenalina que me producía, y jalaba mi alma. Así que a mis 24 años y ahorrando cada centavo que re
Conocer la vida salvaje de cerca siempre me apasionó, era un tema que movía mi corazón, por la adrenalina que me producía, y jalaba mi alma. Así que a mis 24 años y ahorrando cada centavo que recibía en mi trabajo en publicidad empaqué mi maleta y me fui a vivir los 4 meses más apasionantes que jamás me pude imaginar. 4 meses que cambiarían el curso de mi vida radicalmente. Mi destino era la ciudad de Durban en South Africa donde se encuentra el centro de Rehabilitación de vida Salvaje CROW con un programa de voluntarios de todas partes del mundo. Después de largas horas de viaje aterricé en mi destino final, una ciudad encantadora, con una diversidad cultural y natural increíble y donde me recibieron con una calidez humana insospechada. Sin entender muy bien el idioma en ese momento, una mezcla de inglés británico combinado con 11 lenguas nativas y sin una sola persona que hablara una palabra de español, comenzó esta gran aventura. Una de las primeras experiencias más fascinantes, fue la noche que me invitaron a atrapar dos puercoespínes que estaban atrapados en una alcantarilla en una zona residencial. Yo en ese momento no entendía muy bien por qué el equipo del centro de rehabilitación se rehusaba a ir, solo un voluntario alemán y yo levantamos la mano y nos fuimos con un guía. No teníamos idea en lo que nos estábamos metiendo. La jornada debíamos hacerla entre 1 y 3 a.m. , para aprender a seguir el rastro debíamos ingresar por las alcantarillas para poder reconocer las huellas del animal que estábamos buscando. Yo muy valiente decidí entrar de primeras, con una linterna sencilla , en el momento que veo las primeras huellas y siento un chirrido a mi alrededor me doy cuenta que estoy metida en la mitad de un nido de cucarachas africanas. Jamás había sentido en mi vida tanta angustia por salir de un lugar, una mezcla de pánico, piquiña, risa y ganas de llorar me invadieron y solo pude decir en voz baja: ¡sáquenme de aquí! Eso, porque solo había estado entre cientos de cucarachas pero nada comparado al puercoespín que debíamos capturar. La jornada siguió, el voluntario alemán y yo debíamos estar a la salida de un tubo listos con una malla para atrapar al animalito, yo solo recuerdo oír algo que parecían pasos de un elefante corriendo hacia nosotros, y de un momento a otro solo sentí una fuerza indescriptible que jalaba la malla y caí de espaldas, pudiendo ver cómo pasaba entre nosotros un animal enorme, lleno de púas y con colmillos de 10 centímetros de largo. Duramos tres días hasta que finalmente logramos cumplir la misión. Como esta tuvimos cientos de aventuras, salir a las 4 a.m. a contar cuántos animales bajaban a los pozos de agua, encontrarnos caminando entre una manada de impalas, recuperaciones de blue vervet monkeys, etc. Pero lo mas fascinante de todo fueron los días en el parque nacional Kruger, la reserva natural más grande del mundo, donde la magnitud de cada animal es indescriptible. Encontrarnos en medio de una manada de más de 60 elefantes salvajes, libres y majestuosos, ver a estas mamás y a toda la manada cuidando sus crías de 5 días de nacidos, no tiene nombre. Solo lagrimas escurrían de mis ojos de ver tanta hermosura junta. Llegaban momentos difíciles donde la ley de la selva se vive y se ve ante los ojos, tener la oportunidad de ver leopardos cazando micos, leonas cazando jirafas y hienas llevar en su hocico patas de elefante le hacen a uno vibrar el corazón, hay una mezcla de alegría y tristeza enormes. En las noches poníamos nuestra carpa junto a la malla del campamento para poder estar más cerca de los animales, un día un león rugió justo a nuestro lado y todavía recuerdo la vibración dentro de mí. En las noches sentíamos llegar las hienas junto a la malla en busca de alimento, olfateaban mi mano del otro lado, sentir su olor, oír su risa, el canto de los hipopótamos en la noche, ser perseguida por elefantes, ver un ciervo saltar sobre nuestro carro… todas estas experiencias son las que me llevaron a hacer lo que hago hoy en día, cada uno de esos momentos me llevó a decidir vivir por los animales como lo hago hoy. Porque son seres maravillosos, mágicos, únicos que nos enseñan en cada momento que compartimos junto a ellos, Hoy, me siento por largos ratos a mirar a los perritos en la fundación, su organización, sus jerarquías, su dinámica y todos sus comportamientos y veo y recuerdo claramente cómo funcionan muy parecido a como lo hacen los animales salvajes, siempre sabios, muy sabios, en ocasiones más que nosotros mismos.
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