Con la posible destitución por parte de la Procuraduría General de la Nación, del alcalde mayor de Bogotá, Gustavo Petro Urrego, por presuntas irregularidades en el nuevo modelo de basuras y que lo declara determinador por faltas graves contra la salud de los ciudadanos y el medio ambiente, además de competencia desleal, según el Ministerio Público. Son muchas las especulaciones.
En su defensa, en parte, el mandatario distrital argumenta que la utilización de volquetas para la recolección tuvo que ser implementada de emergencia, debido a que los privados no devolvieron los carros recolectores que son un bien público.
Igualmente, Petro Urrego en sus más recientes intervenciones da a conocer que al parecer, al Procurador no le gusta el progreso de los recicladores, debido a que con el nuevo modelo se dignifica la labor de estos recuperadores, que no es un capricho de la actual administración sino un mandato de la Corte Constitucional.
Es claro, que los cargos son por posible detrimento patrimonial porque no es muy clara la forma como se contrataron los camiones recolectores y si hubo o no pérdidas de recursos y no hay señales o indicios que hubo deliberadamente intensión de robar, como sí ocurrió en el caso del anterior alcalde, Samuel Moreno. Petro no será “encanado” podrá salir a la calle fresco y con la frente en alto. No como otros.
Lo que se vendría para la capital de la república sería un panorama de inestabilidad institucional, nuevamente un mandatario en entre dicho y coincidencialmente de la izquierda. Y otra vez Bogotá, en medio de escándalos por alcaldes destituidos.
Lo que pasa es que el caso de Petro es especial. Internacionalmente sus planteamientos de respeto al agua y al medio ambiente le han valido el reconocimiento en el exterior. Entonces una de las preguntas desde afuera, sería: ¿A quién se le ocurre destituir a un alcalde con semejante visión?.
Inestabilidad vs inversión
Con la salida de Petro, la ciudad pierde credibilidad y sería un golpe a la inversión extranjera porque inyectar capital en una ciudad con ese ambiente, genera más incertidumbre que confianza.
Para otro sector de la sociedad, crece una inquietud: ¿por qué se va un líder que se encargó en parte de destapar la olla podrida llamada “carrusel de la contratación”?. ¿Será que las mafias políticas y corruptas tienen tanto poder?. Porque la otra mafia se encargaba de eliminar físicamente al otro, mientras que la política lo que busca es declararle una muerte para que no vuelva por el escenario electoral. Eso será democracia.
Y para otros, en la ciudad, si se va Petro no pasa nada. No hay que conocer mucho de lo público para saber que estaría un gobierno temporal, vendrían nuevas elecciones y tensión por cerca de 90 meses. Lo que sería un retraso para la urbe.
Por otro lado y sin ser apocalíptico, los seguidores más acérrimos de Petro, no se sabe como reaccionarán. Será que pasan de las movilizaciones en paz a hechos violentos, eso no se sabe, pueden ser una bestia dormida, que despertaría al ver que no hay garantías para ejercer la oposición.
Y para los que nos gusta el “humor negro” al alcalde le va a tocar colocarse el disfraz de “Papá Noel” en noviembre, porque el procurador Ordoñez, no lo deja llegar a navidad. Ahí les dejo.