Muchos años antes de Michael Hart se inventara el libro electrónico y la historia le atribuyera tal adelanto, Ángela Ruiz Robles, una mujer, escritora de profesión, ya había desarrollado un primer concepto e incluso lo había patentado.
Ángela Ruiz Robles nació el 28 de marzo de 1895 en el recóndito pueblo de Villamanín, en España. Su familia tenía una posición económica alta, su padre farmacéuta y su madre ama de casa. Ella tuvo la oportunidad de estudiar en la Escuela de Magisterio de León, donde aprendió taquigrafía, mecanografía y contabilidad mercantil.
Cuando se graduó se dedicó a enseñar en la misma institución de la que se había graduado, posteriormente se profesionalizó y empezó a dictar clases en otras instituciones a las cuales incluso llegó a ser directora.
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También escribió varios libros sobre ortografía, gramática y taquigrafía. Además de ser una dedicada educadora, se dice que mientras en la mañana impartía clases a los niños, en las noches enseñaba a los padres a leer y escribir. Esa labor la llevó a tener gran reconocimiento en su pueblo.
Mientras esperaba a los estudiantes, Ángela Ruiz Robles se percató de que podría inventar un objeto en reemplazo de los libros que llevaban sus pupilos, que redujera peso, fuera más atractivo y dinámico y además tuviera varias asignaturas en un mismo compendio.
Por eso concibió, a mediados de los años 40, una especie de caja eléctrica para lectura de libros. El interior del aparato, llamado La Enciclopedia Mecánica, tenía unas filas que funcionaban como rollos fotográficos, con un sistema eléctrico que los hacía rotar. Cada cinta de los rollos tenía dibujos y un texto que solo era descubierto cuando se posaba el dedo sobre alguna imagen, incluso tenía sonido y luz. Además, este aparato contenía todas las asignaturas.
La creación además estaba adaptada para hacer zoom lo que permitía el acceso a las personas que no tenían una buena salud visual.
Ángela Ruiz Robles pensó que su proyecto podría retribuirle frutos económicos, por eso viajó a Madrid para poder patentarlo y de esa forma conseguir algunos patrocinadores o inversionistas interesados. Sin embargo, aunque recibió aplausos, nadie se comprometió a financiarlo.
Finalmente logró construir un prototipo con ayuda de una compañía y lo patentó el 10 de abril de 1962. Algunos atribuyen a este desarrollo el primer eslabón de la tablet o el ebook, aunque realmente era demasiado mecánico para llegar a ser comparado con estos adelantos posteriores. Pero tampoco se puede negar que esta educadora incansable fue pionera en las nuevas formas de lectura que tendría el mundo en sus manos varias décadas después.
