
Diego Rivera, el gran muralista mexicano, es recordado tanto por su obra como por haber sido el eterno amor de Frida Kahlo. Tuvo una vida de tragedia, llena de mujeres y un amor profundo y agitado con la difundida artista.
Antes de nacer el 8 de diciembre de 1886, la tragedia colmó su hogar. Su madre, María del Pilar Barrientos tuvo varios intentos de tener un hijo, pero todos resultaron en fracaso. El único embarazo que llegó a parto fue el del esperado Diego Rivera, mismo nombre que su padre, pero cuando estaba dando a luz, el médico se dio cuenta que eran dos niños y uno de ellos complicaba la vida de la madre.
Así que se entregó la elección al papá, quien decidió salvar la vida de su esposa para criar a un solo niño, pero los médicos no lograron atender la solicitud y una hemorragia dejó inconsciente a la madre. Se le dio por muerta, porque no respondía a ningún estímulo. Había caído en una catalepsia.
Llevaron el cuerpo a la casa, pero fue la empleada del hogar la que sintió la cara caliente de Marta y le contó a su jefe. Ambos decidieron acercarle una cerilla al cuerpo de la que creían muerta y resultó moviéndose al contacto con el fuego. Se alegraron y la devolvieron al médico que pudo estabilizarla meses después.
Sin embargo, también muy pequeño, el hermano gemelo de Diego Rivera murió y quedó este como hijo único de un padre tranquilo y una madre enfermiza, profundamente estricta y religiosa. Cuando tuvo edad se inscribió en un colegio militar para cumplir el sueño de su padre, pero fue expulsado a los pocos días. Así que entró a la Escuela de Bellas Artes y recibió clases de los más grandes pintores mexicanos de la época Félix Parra, Santiago Rebull y José María Velasco.
A los 20 años viajó a Europa, primero se estableció en España, pasaba largas horas el museo de El Prado y trataba de replicar las obras de los más grandes artistas expuesto como Goya, El Greco, Velázquez y El Bosco. Además se internaba en la vanguardia de ese país con amigos como Ramón Gómez de la Serna, Ramón del Valle Inclán y María Blanchard.
Allí tuvo varias mujeres, la primera fue una rusa que tuvo un aborto, luego una mujer en París con la que tuvo una hija que nunca aceptó, pero que le envió dinero desde México. Volvió a su país natal a mediados de 1921 y empezó a practicar el muralismo que lo llevó a la fama, ya triunfado la revolución y sus ideales se difundían aún más en ese clima de libertad y expresión.
En ese tiempo fue convocado a pintar el auditorio de la Escuela Nacional Preparatoria, donde estudiaba Frida Kahlo. Ella, al enterarse, lo visitó en la obra así empezó una amistad entre ambos, ella tenía apenas 15 y él 36 cuando se conocieron. Pero luego del accidente de Kahlo y su decisión de iniciarse en la pintura, volvieron a encontrarse y Diego Rivera quedó impresionado con las pinturas que le presentó la artista. Así inició la relación.
Un amor que impactó a los dos pintores y que los convirtió en la pareja más famosa del México de los años 1950, pero que entre puertas era un juego de dependencia, traición y dolor. La tapa de las infidelidades fue cuando Diego inició una relación con la hermana de Kahlo y esta decidió separarse de él, pero también fue impactante en la vida de la pintora el aborto que tuvo del único intento de hijo entre ambos.
Fueron varios los murales y cuadros que produjo Rivera hasta llegar a ser el primer latino en exponer el museo del MOMA en Nueva York. Se rescatan obras como Hombre controlador del universo, Historia de México, Liberación de un peón o Sueño de una tarde dominical en la Alameda, este último que es uno de los únicos en los que retrató a Frida.
Cuando la artista estuvo en su lecho de muerte por las múltiples enfermedades que la aquejaban, Diego le propuso matrimonio y la acompañó hasta su muerte. Ese día declaró "me he dado cuenta de que lo más maravilloso que me ha pasado en la vida, ha sido mi amor por Frida". El pintor murió tres años después en su estudio, el 24 de noviembre de 1957.