Fedor Dostoyevski

Sáb, 09/02/2013 - 00:00
Es común que los escritores tengan vidas bastante menos interesantes que las de sus personajes, en especial en el caso de los novelistas, cuyas obras requieren años de pacientes revisiones y de inte
Es común que los escritores tengan vidas bastante menos interesantes que las de sus personajes, en especial en el caso de los novelistas, cuyas obras requieren años de pacientes revisiones y de intensa concentración. La vida de Tolstoi, el otro escritor más importante de la Rusia del siglo XIX, por ejemplo, es una rica en ideas, en búsquedas metafísicas, en opiniones y en publicaciones, pero muy parca en acontecimientos. Pero ha habido escritores con vidas difícilmente superables por la trama de una novela, como fue la de Fedor Dostoyevski, en la que resulta difícil decir hasta qué punto las aventuras y desventuras vividas fueron alimento u obstáculo para sus libros. En efecto, la vida de Dostoyevski fue dura como pocas, y desdichada como ninguna. En ella se turnaban la depresión causada por el poco éxito de sus primeros libros, las deudas y las muertes en su familia, con los ataques epilépticos, los viajes, más fugas que paseos, y la actividad política, que le causó tantos problemas. Es evidente que los viajes, encierros y tormentos que le tocaron en vida están presentes en su obra, y muchos críticos se han dedicado a la paciente tarea de conectar las parejas. No habría podido escribir El Jugador, dicen, si no hubiera sido él mismo, durante tantos años, un jugador empedernido, que despilfarró el poco dinero que tenía en los casinos de varios países, y así pasó largos años agrandando el abismo de sus deudas. No habría podido escribir Los hermanos Karamázov de no haber tenido una historia familiar tan desdichada, de constantes muertes prematuras de sus esposas y sus hijos. Tampoco sería Memorias del subsuelo lo que es de no haber sido condenado cinco años a trabajos forzosos en Siberia por complotar contra el Zar Nicolás II, época en que según sus propias palabras no había alternativa a vivir como un cerdo, en todos los sentidos. Pero son tantos los episodios trágicos de su vida, que cabe preguntarse cómo le dejaron tiempo para escribir más de una docena de novelas, cuentos, memorias y ensayos críticos, ya que incluso los escritores más sedentarios han sido capaces de imaginar vidas extremas sin tener que vivirlas primero. La respuesta parece ser que más allá de los episodios particulares, la vida de Dostoyevski fue una vida trágica en el sentido más griego de la palabra, y esto fue lo que decididamente determinó y estructuró su obra, que en efecto está en línea directa con Shakespeare y los dramaturgos clásicos, creadores de la tragedia literaria. En ese sentido, el paso de la vida a la obra no es tan unívoco como lo han pintado los críticos, y radica en que Dostoyevski, a partir de su propia tragedia individual, fue capaz de captar la tragedia de un país entero, de un siglo entero, de todo el género humano. Su obra no es una de las más importantes de la historia de la literatura porque tuvo la suerte de tener una suerte pésima, sino porque supo ver más allá de su tragedia particular, la tragedia de todas las personas.
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