Hace unos días tuve una conversación con un líder que está asumiendo un nuevo rol. Empezamos a revisar sus retos de crecimiento y me compartió que necesitaba trabajar en su timidez. Esto me llevó a reflexionar sobre los preconceptos que a veces tenemos y cómo la extroversión es tan valorada —o sobrevalorada— porque es más visible, convirtiéndose en un sesgo habitual al momento de elegir a una persona para un rol determinado. Entonces, decidí recurrir a mis libros para compartir algunas reflexiones sobre este tema.
En otra columna mencioné un libro que me gusta mucho: Quiet: The Power of Introverts in a World That Can’t Stop Talking de Susan Cain. En él, se hace un análisis detallado sobre los introvertidos y los retos que enfrentan en un mundo que, como he mencionado antes, valora en gran medida la extroversión.
En todas las clasificaciones de personalidad que encontramos en diversas pruebas psicológicas hay espacio para el liderazgo. No existe algo que indique que las personas analíticas, calladas, conciliadoras —ponle el rasgo que quieras— no pueden ser líderes. Sin embargo, es innegable que para aquellos a quienes llamamos tímidos puede ser más desafiante mostrarse. Sea cual sea tu estilo, siempre es necesario trabajar en cómo ser más efectivo de acuerdo con lo que deseas lograr, y este caso no es la excepción.
Lo cierto es que la timidez tiene su lado luminoso. Quiero tomar textualmente del libro Los siete pecados del líder de Efrén Martínez la siguiente reflexión:
“Su potencial suele estar en lo estratégico y lo logístico, pues cuentan con grandes virtudes de concentración y análisis. Su capacidad para aislarse y focalizarse es alta, al igual que la de escuchar a los demás, analizar lo que dicen y ser prudentes a la hora de actuar. Y, como bien sabemos, uno de los más grandes predictores de éxito es la capacidad de autorregulación emocional.”
También menciona que son: “Creativos, estratégicos, logísticos y focalizados, reflexivos y prudentes, conciliadores y tranquilos, y calculadores.” Ubicadas en las posiciones correctas, estas personas pueden hacer grandes aportes.
Volviendo a Quiet, hay un comentario que me parece importante mencionar: “Los introvertidos son capaces de actuar como extrovertidos en favor del trabajo que consideran importante, las personas que aman y las cosas que más valoran.” Lo mismo ocurre con los extrovertidos, quienes pueden adoptar rasgos introvertidos cuando enfrentan proyectos que les interesan, y este rasgo es relevante.
Mi punto es que todos tenemos el potencial para abordar nuestros retos de personalidad y asumir roles de liderazgo con mayor o menor esfuerzo. Hay estudios que sugieren que ubiquemos a las personas en roles donde sus fortalezas les permitan brillar, evitando situarlas en zonas de tensión, ya que el desgaste de energía puede ser significativo.
Es posible que en nuestros equipos tengamos personas con rasgos de introversión —prefiero no etiquetar a nadie como “tímido” o “introvertido”—, por lo que debemos ser conscientes del sesgo que podemos tener en relación con la extroversión. No necesariamente la extroversión es garantía de éxito, dependiendo del rol o el proyecto que estemos considerando.
Démonos la oportunidad de conocer a nuestro equipo y sus intereses, acompañarlos en los procesos que les resultan más difíciles y, sobre todo, recordar que nuestro mayor logro como líderes es ayudar a nuestra gente a brillar desde su propia esencia.