Así es Álvaro Uribe Vélez

Cuando para vencer al contradictor en las urnas y en los foros de la democracia los argumentos son precarios, algunos recurren a la violencia física y verbal para imponer sus puntos de vista. Estos mismos reducen a los hombres y las mujeres a dos categorías: amigos y enemigos, y sostienen que cuando su crítica fracasa, hay que apelar a todo tipo de armas, incluso la difamación sistemática y organizada. Es claramente lo que en el pasado aprendieron y hoy siguen poniendo en práctica: la combinación de todas las formas de lucha.

Para los carentes de argumentos y los románticos de la violencia que seducen a incautos de buena fe con un discurso mentiroso e incendiario, Álvaro Uribe Vélez es el enemigo a derrotar, por todo lo que él representa para la democracia y la libertad de Colombia y la región.

Sí, Uribe, el hombre que desde su época como estudiante de la Universidad de Antioquia ha rechazado la violencia como motor de la historia y ha preferido, en cualquier circunstancia, como auténtico demócrata, el debate de las ideas. El hombre de pensamiento liberal, siempre lleno de argumentos, elocuente y de palabra fácil. El hombre que ha recorrido montañas y sabanas a lomo de caballo desde su infancia y ama con fervor a Colombia. Ese mismo hombre que ha sido atacado con vileza y falsedades por sus malquerientes, los mismos que durante décadas no lo han podido derrotar ni en las urnas ni con las armas.

Hoy, muchos sectores de la sociedad, amigos y contradictores de Uribe, coinciden en que, como cualquier ciudadano, tiene derecho a defenderse en libertad, al debido proceso y a que se presuma su inocencia y se respeten su buen nombre y reputación, mientras no sea vencido en juicio. Lastimosamente, en nuestro país ha tomado fuerza la idea de que los derechos humanos solo aplican a unas ideologías políticas o cuando se trata de sus ‘amigos’, y por eso hoy son usados como un instrumento para tomarse el poder y sacar al rival del camino.

No es Uribe, es la democracia la que está en juego. O cómo explicar, por ejemplo, que algunos jueces de la República, los que con indulgencia facilitaron la fuga del terrorista narcotraficante ‘Jesús Santrich’, hayan olvidado las garantías universales al ordenar la detención domiciliaria de Uribe, quien siempre ha atendido los llamados judiciales y cooperado con la correcta administración de justicia. Dejo este tema aquí, porque el debate apenas comienza y estoy segura de que traerá consigo serios cambios en nuestra democracia. Espero que para bien.

Quiero referirme a lo que he aprendido de ese hombre que sueña con un mejor país para todos los colombianos, a quien he conocido de cerca desde 2006, cuando comencé a trabajar a su lado. Con convicciones firmes, resuelto y directo, Álvaro Uribe Vélez nos ha enseñado, con su ejemplo, que uno puede transigir y encontrar compromisos para llegar a acuerdos, pero que la vida, las libertades y la democracia son innegociables, no se trafican, no se ceden en pactos. Vehemente y enfático, pero no terco, él tiene la humildad y capacidad única del diálogo. Consulta, escucha y aprende sin imponerse. Para él, la decencia, la honradez y la humanidad no tienen dueños: bien sabe que nuestras políticas pueden diferir y que somos distintos, pero que cuando pedimos la bendición del Señor no debemos olvidar que Dios nos creó iguales.

Hablando sobre las características que debe tener un líder, el hombre que puso a Colombia en la senda de la reducción de la violencia -gracias a su política de Seguridad Democrática-, de la disminución de la pobreza, del crecimiento económico y de la cohesión social para aminorar desequilibrios, destaca tres: competencia, energía y virtud. Para Álvaro Uribe Vélez, quien ha ganado cuatro elecciones presidenciales -incluso la de quien sería su traidor-, el líder debe: 1. Estar preparado, tener conocimiento, estudiar incansablemente; 2. Tener el brío, el vigor, la reciedumbre para enfrentar largas jornadas y dificultades enormes y para sacrificar su propio beneficio por el bienestar colectivo, y 3. Tener principios y valores inquebrantables.

Riguroso, coherente, trabajador y exigente como jefe, tiene un corazón lleno de gran sensibilidad y calidez social. Nunca nos ha insinuado cometer un delito, nunca nos ha sugerido mentir, nunca nos ha invitado a la trampa. Cree en la inteligencia y la buena fe; no en astucias y puñaladas traperas. Y tiene el mismo discurso en público y en privado.

Así es Álvaro Uribe Vélez, el único que conozco y el único que existe. Algunos podrán pensar otra cosa, pero la historia ya ha hablado y seguirá hablando por sí sola, incluso a pesar de esa injusta orden de detención preventiva que hoy enfrenta y de la que sabemos saldrá victorioso. Uribe es un Patriota.
 

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