Las cifras de los problemas de salud mental han sido durante años preocupantes a nivel mundial. Este año, con la llegada y expansión del Coronavirus COVID-19 alrededor del mundo, la situación, sin lugar a dudas, se ha exacerbado aún más. Según datos con corte a 2017, 792 millones de personas sufrían de algún trastorno mental, un 10,7% del total de la población mundial padecía de algún tipo de trastorno mental; un 3,4% del total padecía depresión, 3,8% de ansiedad, 0,6% de trastornos bipolares, 0,2% de desórdenes alimenticios y 0,3% de esquizofrenia. Cifras en su generalidad alarmantes, incluso sin tener en cuenta los datos de problemas de salud mental asociados al abuso de sustancias psicoactivas y al alcoholismo.
En el caso de Colombia el panorama es muy similar a la imagen que se refleja a nivel mundial, por lo menos, en lo que respecta a los casos de depresión y ansiedad. Trastornos estos, pertenecientes a patologías crónicas que implican necesariamente un alto grado de cuidado y protección de los pacientes por parte de las familias, y sobre todo, de la institucionalidad. Lo anterior, si se tiene en cuenta que uno de los síntomas más preocupantes de estas enfermedades son las tendencias o conductas suicidas, las cuales aunque logran ser identificadas a tiempo en la mayoría de los casos diagnosticados, en otros, lamentablemente, no sucede lo mismo. Según la Encuesta Nacional de Salud Mental (2015), de la población entre los 12 y los 17 años, un 6,2% manifestó tener ideas suicidas; de los 18 y los 44 años, un 6,8%; y de la población de los 44 años en delante, un 6,5% dijo experimentarlas.
Es muy importante tener en cuenta el peso de estas cifras que prende alarmas, pues corresponden a tiempos de no vigencia de la cuarentena. Ahora bien, esta semana, los colombianos, y en especial los bogotanos, en su mayoría, cumplimos más de un mes de asilamiento preventivo obligatorio. Diversas circunstancias pueden desencadenar estrés, pánico, ansiedad, depresión y desesperación. El tedioso paso del tiempo, el encierro, la soledad, la incertidumbre, la presión, el manejo de nuevas y desconocidas realidades, el tener que afrontar situaciones económicas inesperadas, el bajo contacto social, el aumento de la carga de tareas, y en muchos casos, incluso, la violencia y el maltrato físico y psicológico, son el caldo de cultivo propicio para que niños, adolescentes, adultos y personas mayores presenten algún tipo de trastorno psicoafectivo asociado a enfermedad mental, o que se agudice, en los casos ya diagnosticados.
El hecho de quedarnos en casa implica necesariamente tener en cuenta la psicología de la cuarentena, es decir, una atención en salud mental durante el proceso de aislamiento y posteriormente, en la reincorporación paulatina a la vida económica y social. Sin embargo, dicho acompañamiento lamentablemente no se ha llevado a cabo, pues si bien vale la pena señalar que se han implementado algunos programas que tienen como objetivo a la población más vulnerable al contagio, como son los pacientes con enfermedades crónicas y los adultos mayores, la problemática a la que nos enfrentamos es generalizada y no discrimina a ningún grupo poblacional.
Varias situaciones han podido afectar durante este periodo nuestra salud mental, tales como el estallido de información en los medios de comunicación y en las redes sociales, las fake news, las compras compulsivas originadas en el pánico, las obligaciones financieras, entre muchas otras. Ahora bien, según datos de la Encuesta Nacional de Salud Mental y de la política Distrital de Salud Mental (2015), en Bogotá la población de 18 a 44 años presenta en un 11% algún trastorno o enfermedad mental, de esta población, un 9,8% padece de ansiedad y un 5,5% padece de depresión. A su vez, en la población de 45 años en adelante, un 12% presenta algún trastorno o enfermedad mental, de estos un 12,1% padece ansiedad, y un 11,5% sufre depresión.
Por otra parte, según Medicina Legal, Bogotá es una de la ciudades con más alto número de suicidios en Colombia, registrando en el 2019, 366 muertes. Además, según datos de la Alcaldía Distrital y el Observatorio de Salud Pública, el problema afecta a todas las localidades, aunque, a 2018, presentaba mayor incidencia en Kennedy, Suba, Ciudad Bolívar, Engativá y Bosa, donde se focaliza la población más vulnerable y con mayores índices de pobreza de la cuidad.
Si bien se han establecido algunas acciones gubernamentales, aún falta posicionar el tema como una prioridad. Ahora, más que nunca, es necesario el acompañamiento de la salud mental a quienes estamos confinados, el establecimiento de rutas de acceso a los profesionales especializados en el tema y la humanización de los protocolos de atención, que permitan a las personas acudir a la búsqueda de ayuda, sin la histórica y cultural estigmatización de la debilidad y la vergüenza social a los que se han asociado los problemas de salud mental. Es tiempo de entender que esta situación por todos vivida es extraordinaria, y que en muchos casos, para lograr dimensionar que quedarnos en casa es un acto de amor y altruismo, necesitamos ayudarnos mutuamente descubriendo lo bueno que hay en el otro y entregando lo mejor que hay en nosotros