Ignacio Arizmendi Posada

Periodista de la Universidad de Navarra.

Exdecano de la Facultad de Comunicación de la UPB.

Excolumnista de El Colombiano y El Mundo (Medellín), El País (Cali), El Tiempo y Revista Cromos (Bogotá).

Autor de 15 libros de historia y ensayo.

Ignacio Arizmendi Posada

Colombia, tierra de libertades

Afirmar que Colombia es un país de libertades es casi ofensivo. La realidad diaria lo proclama a voces, ¡y de qué manera!, como lo ilustra el primer ciudadano, el presidente Petro, quien actúa con libertad plena para hacer cosas como las siguientes:

Convocar manifestaciones callejeras para que apoyen las reformas que ya tiene aseguradas en un congreso dominado por la mermelada petrista •Convocarlas para el día en que miles de ciudadanos saldrán a las calles para expresarle su oposición •Saltarse la Constitución respecto de la separación de poderes •Pedir la libertad de delincuentes de todas las condiciones para que sean "gestores de paz" y apoyen con sus bandas la llamada “paz total” •Nombrar de embajadores a políticos de su cuerda con serios problemas judiciales o éticos •No asistir, o llegar horas después, a las citas de Estado que previamente agenda •Enviar a su esposa –que al son que le toquen baila– a viajes internacionales de glamour político, sin ton ni son, pagados con dinero público •Designar como ministros a hombres y mujeres sin puñetera idea de los asuntos de cada cartera •Expulsar a cien generales de la Policía y las Fuerzas Militares por sospechar que habían sido “uribistas” y perseguían a personas “progresistas” •Designar como encargada de la presidencia a una militante del partido comunista •Buscar camorra y lanzar amenazas porque sí.

Si el primer ciudadano muestra que hay libertad para hacer tales cosas, muchos de sus partidarios sienten que la hay para hacer otras:

•Invadir tierras ajenas •Cultivar, producir y comercializar narcóticos y toda clase de estupefacientes •Incurrir en abiertos actos de corrupción •Arrasar con los bosques y contaminar las aguas •Correr la línea ética en épocas electorales y postelectorales •Crear “primeras líneas” para incendiar edificios públicos, derribar monumentos históricos, bloquear ciudades, destruir vías, puentes y oleoductos, enfrentar a la fuerza pública con derecho a causarle víctimas mortales.

A los anteriores ejemplos de libertad se suman los actuados por otros ciudadanos, quienes se sienten libres para:

•Crear bandas criminales en las ciudades (en la sola Medellín hay cerca de 250, según datos de El Colombiano, 25enero2022) •Establecer zonas de tolerancia en barrios que fueron “de ricos”, en cuyas calles coquetean las “trabajadoras” (antes denominadas trabajadoras sexuales, prostitutas, putas, sinvergüenzas, rameras o mujeres de mala vida) •Propiciar o practicar la prostitución primaria, binaria, no binaria, terciaria, cuaternaria, etc., en avenidas y parques porque “¡nos da la puta gana!” •Montar gimnasios, cantinas, malls, moteles de 30 pisos para citas que incluyan besos, escopolamina y desmembramientos en casas de pique, “¡y pónganla como quieran!” •Pensar en construir centros “comerxuales”, lugares 24-H parecidos a los centros comerciales, con espacios o locales para actividades pertinentes: felaciones, penetraciones, etc., lecturas eróticas, sex-shops, sex-shows, comidas afrodisíacas, GPS (grupos de participación sexual), clases de multi-erotismo…

Si la filósofa germano-estadounidense Hannah Arendt viviera y viniera a Colombia, se daría un banquete, pues en alguna de sus obras dice que “nadie tiene el derecho a obedecer”. Obvio. Pero se pasmaría al comprobar que aquí el derecho es a desobedecer sin que le pase nada. Como lo sintió Donald Tump en la campaña electoral de 2016, al decir en Iowa: “Yo podría estar en medio de la Quinta Avenida y dispararle a alguien, y no perdería electores” (El País, Madrid, 29mayo2020). Que le quede claro, no obstante, señor Trump, que aquí, en esta Colombia de libertades, usted también tendría la de disparar sin problemas siempre y cuando el tiro esté dirigido a un opositor del gobierno Petro.

INFLEXIÓN. ¿En dónde o en qué irá a parar este país de “libertades” para hacer el mal? Una clave para la respuesta está en saber que una cosa es la oruga y, otra, la mariposa.

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Ignacio Arizmendi Posada
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