Covid-19, nuevo factor político en Venezuela

Algunos alcaldes colombianos, entre ellos el de mi lugar de residencia, están ofreciendo a los venezolanos que llegaron por aquí huyendo de las penurias en su país, un medio de transporte para que regresen a casa. Muchos lo están aceptando, ya no queda nada para ellos en Colombia. Sin trabajo debido a la llegada del coronavirus, sin dinero ni comida, no tienen más remedio que regresar a Venezuela. 

La llegada de la pandemia a Sudamérica supone un nuevo tropiezo en el calvario que sufre hoy el mayor flujo de emigrantes del planeta. Los venezolanos que han tomado el camino del exilio eclipsan al de los sirios a través del Mediterráneo, que ha disminuido tras una década de conflicto bélico. Según Naciones Unidas y diversas agencias y organismos internacionales, cinco millones de personas han abandonado Venezuela desde 2015, cifra que supera el éxodo de musulmanes de la minoría rohinya de Birmania o la huida masiva de Sudán del Sur, un país arruinado por la guerra.

Y de esa asombrosa masa de emigrantes que el mundo mira con negligencia, más de un tercio, un millón ochocientos mil, han venido a Colombia en donde más de un millón sobreviven sin documentación en el mercado informal, con trabajos temporales o de la mendicidad. Muchos pues, están optando por regresar a su país, en donde las condiciones son peores, pero al menos tendrán un techo bajo el que cobijarse.

Quienes no han encontrado la facilidad de funcionarios locales y optaron por emprender el camino de regreso a casa a pie, componen a las orillas de las carreteras que conducen a la frontera, un cuadro de dolor y desesperanza, en muchos casos con niños en brazos y cargados de bultos y maletas.

Cuando se supo de los estragos en Europa de la covid-19, Nicolás Maduro soltó por televisión uno de sus ya clásicos disparates, pero seguramente alertado por los consejeros cubanos o incluso por los chinos, después del primer caso confirmado el 13 de marzo, actuó de manera más rápida que gobiernos como los de Brasil, México o Colombia (aquí, de manera negligente se permitió la llegada de vuelos desde España e Italia que trajeron el virus, sobre todo a Bogotá).

Maduro ordenó que se cerrara el país, prohibió todos los vuelos y desplegó militares fuera de los supermercados para evitar que se entrara sin tapabocas. Hasta ahí todo bien. Pero el panorama para los venezolanos que estaban dentro y para los que regresan, es desolador.

Pocos países están en una situación peor para luchar contra la covid-19 que Venezuela, afectada, además, por la caída de los precios del petróleo que han reducido la que es prácticamente su única fuente legal de ingresos. Un estudio a nivel mundial de la Unidad de Inteligencia de The Economist, sitúa a Venezuela en el puesto 176 de 195 países en términos de preparación para enfrentar la pandemia.  La mayoría de clínicas y hospitales carecen de implementos básicos como tapabocas, batas quirúrgicas, guantes, etc. A veces falta agua potable o si los hay, falta el personal sanitario.

Y mientras el gobierno insiste en que la insuficiencia de equipos médicos y artículos básicos es por culpa de la “guerra económica” de Estados Unidos contra Venezuela, los analistas dicen que si la enfermedad arraiga en el país, se extenderá como un incendio forestal. James Bosworth, un consultor de riesgo, responsable del semanal Latin America Risk Report, escribió hace ya unas semanas: “Hay muchas razones para pensar que de Venezuela nos llegaran las peores cifras del coronavirus. Si la pandemia invade el país, podemos esperar al menos 100.000 muertes relacionadas con el coronavirus el próximo año”.

La situación de Venezuela exige una coordinación internacional para la cual no hay en este momento condiciones favorables. Un presidente en ejercicio, Nicolás Maduro, no reconocido por el vecindario; un presidente encargado, Juan Guaidó, con las manos atadas en medio de la amenaza de una grave crisis sanitaria. Y la petición poco realista desde Washington de que los funcionarios chinos, rusos y cubanos salgan del país y se dé paso a un gobierno de transición.

En este panorama no parece exagerado considerar la irrupción del coronavirus --además de una tragedia sanitaria-- como un nuevo factor en el complejo paisaje político venezolano

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