Debate sobre la marranita “Colombia”

Con la ilusión de juntar ahorros y emplearlos en los días navideños, muchas personas y familias colombianas mantienen la costumbre, al comenzar el año, de empezar a introducir monedas por la rendija de las conocidas marranitas de barro. Llevados de tal tradición, los integrantes de la tertulia medellinense “La vacaloca”, formada por personas de todos los géneros, nos dispusimos a entronizar en nuestra sede una marranita para el grupo con vistas a destaparla a finales de este 2021 y extraer las “monedas”, es decir, los papelitos con augurios y opiniones que cada integrante fuera depositando a lo largo del año sobre el país, el Presidente, la oposición, la amenaza socialista, el covid-19, la economía, etc. 

Sin embargo, súbitamente, una de las socias, llevada de la conmiseración, preguntó si era posible valernos de una figura distinta a la marranita, víctima anual de los ahorradores, ávidos de extraer los fondos. Y se inició el debate entre los “vacalocos”. 

Alguien sugirió que nos valiéramos de un elefante, para recordar el famoso paquidermo de Ernesto Samper y el proceso 8.000, debido al dinero del narcotráfico que ingresó en su campaña a la Presidencia de Colombia en el periodo 1994-1998. “No le hagamos ese honor a ese señor”, afirmó una de las “miembras” (como dice el senador Roy Barreras), y la propuesta fue derrotada. Entonces, otro integrante sugirió que en lugar de la marranita usáramos una gallina. “Es que se habla de la gallina de los huevos de oro, y sería reconocer su utilidad”, argumentó el proponente. Pero tampoco gustó la idea en atención a que varios indicaron que la gallina de los huevos de oro era la que iban llenando, con los negocios del Estado, los corruptos de todas las tendencias que operan en este país.

Al proseguir con la discusión, bendecida por unos vinos inmortales, hubo quien sugiriera buscar un conejo de barro y ranura. “¡Ni riesgos!”, respondió un socio. “Ese cuadrúpedo es el símbolo de los candidatos que nos incumplen las promesas que nos hacen cada que hay elecciones, y eso no puede ser, ¡carajo!”, afirmó, tocado por más de una copa. Chao al pobre conejo, tan desacreditado por todas partes.

¿Y una vaca? Fue la idea que lanzara el más novato en la tertulia, quien arguyó que así como servía para alimentarnos a muchos, podía utilizarse para guardar durante un año las ideas que se introdujeran por la hendidura. Sin embargo, no tardó la crítica: “Me recuerda lo que los corruptos y criminales de todas las calañas hacen en este país: sacarnos la leche a todos con sus trampas y delitos, ¡y seguir tan campantes!”. Se recordó, además, que el nombre de la tertulia era La vacaloca, por lo cual se violentaba la identificación de nuestro pequeño “think tank”. 

La discusión avanzaba sin prisa, a ritmo de los buenos vinos y quesos donados por el esposo de una de las tertulianas, y ya iban pesando en las lenguas y las mentes de socias y socios, lo que no dificultaba continuar, en medio de chistes y coqueteos, con una propuesta más: emplear un mico de barro y no la marranita. ¡Santo Dios! Más de uno/a se espantó al creer que era un homenaje a tanto “mico” que no pocos congresistas introducen a última hora en los proyectos de ley para hacer de las suyas, como buenos micos, por lo que era abominable la imagen del animalito. Se descartó.

Al igual que la opción de una rata de arcilla, idea con la que se armó la gresca. “Ese es el roedor que simboliza a muchos en Colombia al llenarse de plata en menos de lo que canta un gallo, ¡y yo me pongo como una gata en celo para perseguir a esas ratas!”, dijo la socia más aventajada, almibarada y envinada de la tertulia. Y la propuesta se hundió, cual moción de censura en el Congrezoo de la República, presidido por Mr. Char.

“La vacaloca” discutió otras opciones de animales, como el lagarto, pero se desestimó por representar a tantos políticos y logreros, lambones con poderosos, políticos y periodistas. Pese a todo lo que se conversó y rajó, al final nos quedamos con la marranita de siempre (a la que bautizamos “Colombia”), humilde, amigable y generosa. Que, además, como buena marrana, no se da cuenta de lo que recibe ni de lo que pasa a su alrededor. Y así, hasta diciembre.

INFLEXIÓN. ¿Será que en este 2021, los progres colombianos dejan de creer que los demócratas somos unos marranos?

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