Agotada poco a poco la retórica crítica a la selección, cierran las heridas. De nuevo el placer compensatorio de volver a los estadios y de seguirle la huella a la redonda.
El fútbol vive y vivirá por los futbolistas y los hinchas. Por la pasión al juego que no depende exclusivamente de los resultados, ni de la intransigencia emocional.
Al acostumbrado silencio de la dirigencia después de las derrotas, le llega como paliativo, el rumoreo sobre el nuevo entrenador, camino del engaño y de la especulación de habladores que inventan noticias y confunden. Embaucadores.
Entre tanto, lecciones de buen fútbol en las ligas europeas con choques de estilos y formas. Los que defienden como única alternativa y los que atacan con paciencia. Los que pisan y tocan el esférico y los que evitan zonas de congestión, con futbol directo o pelotazos.
En medio de ellos Luis Díaz con sus travesuras que son costumbre. Adaptado, sin complejos de inferioridad frente a los retos de alto vuelo. Corre y gambetea sin importar la ferocidad de las marcas rivales. Celebridad de estadio, sin alardes de estrella.
Pasos firmes hacia La copa América femenina, motivo de redención para la selección Colombia, con ilusiones legítimas. Hecho el sorteo, falta el puntapié inicial para reactivar la pasión en las tribunas.
En las copas internacionales la mejor versión del deportivo Cali, con exhibición de ideas claras y estrategia seria, para silenciar a Boca Juniors, equipo con perifoneadores propios en la TV, que lo presentan como el mejor del mundo. En ocasiones es una comparsa.
La enfermedad infecciosa del desgano no apareció ni para Junior, en el empate contra Colón; ni para Tolima, a pesar de su derrota; ni para el Medellín, motivo de burlas por inclinar la rodilla frente a un modesto rival al que le igualó, con ausencia de fútbol.
Lucharon palmo a palmo, centímetro a centímetro, el terreno y la pelota. Tolima no pudo frente al gol por la maldición del último pase, frente a un rival, Mineiro, de robusta chequera y figuras dominantes.
La ilusión de ganar, no siempre es una utopía. Lindo el fútbol que a veces traiciona, en épocas aciagas, pero regresa exuberante.